Priscila Alaniz, una joven de 15 años quien hace dos sufrió un accidente de micro en Mendoza junto a sus compañeros de una escuela de danza. En el siniestro murieron 14 pasajeros y el conductor.
La adolescente Priscila Alaniz volvió a caminar tras quedar parapléjica hace casi dos años cuando el micro en el que viajaba junto a sus compañeros de una escuela de danza, de Grand Bourg, volcó en la localidad mendocina de Cuesta de los Terneros, lo que provocó la muerte de 14 pasajeros y el conductor, pero aún la enoja no poder cumplir su sueño de ser bailarina.
“Nada es como antes, ahora no hago nada que me guste. Si bien agradezco estar viva, me enoja no poder cumplir mi sueño. Yo quiero bailar, pero ya no me ilusiono con que eso suceda”, confesó Priscila, de 15 años, en su vivienda de la ciudad bonaerense de Grand Bourg, partido de Malvinas Argentinas, mientras intentaba ponerse de pie con la ayuda de un andador.
La adolescente volvió a caminar hace cuatro meses, con valvas (acrílicos) que inmovilizan sus miembros inferiores, tras haber sufrido una doble fractura de tibia y peroné y desplazamiento de columna. “Literalmente, volé por la ventanilla del micro y aparecí del lado contrario al que viajaba, debajo de una rueda”, rememoró.
“Pris”, como la llaman sus padres, todavía tiene dos años más de rehabilitación, pero superó las expectativas de su cuadro clínico.
“Me dijeron que solo uno de cada mil que sufre esta lesión, vuelve a caminar”, dijo el papá de la adolescente, Carlos Alaniz, de 36 años, quien perdió su trabajo en un taller mecánico por acompañar su recuperación y hoy vive de “hacer changas”.
El siniestro fatal ocurrió minutos antes de las 16 del domingo 25 de junio de 2017 en la ruta nacional 144, a la altura de Cuesta de los Terneros, camino al sur de Mendoza, cuando el colectivo que llevaba a bordo 52 personas, embistió la montaña situada a la vera del camino y volcó.
En el micro viajaban chicos y adolescentes del Instituto de Danza “Soul Dance Studio”, que regresaban a Grand Bourg tras una exhibición, y en el momento del siniestro atravesaban un sector con curvas y bajadas que debían tomarse con precaución por tratarse de un lugar con recurrentes accidentes.
De esa tarde, Priscila recuerda que iba dormida, sentada del lado de la ventana, junto a su amiga “Marian”, cuando escuchó los gritos de una mamá que pedía: “Decile que pare que va muy rápido”.