En una ciudad atiborrada de opciones gastronómicas, los restaurantes a puertas cerradas se consolidan como una propuesta alternativa. La original modalidad desembarcó hace algunos años en Buenos Aires, exportada desde el extranjero, y eventualmente llegó también a Rosario, donde en los últimos dos años siguieron apareciendo nuevos proyectos del rubro.
Cuadra Bistró (Córdoba 3980), Budapez (Cochabamba 1155), Fuegos Alma Argentina (Génova 8750), Il Giardino (Italia 1352) y El Fresno y El Tren (Dellarole 7815) son algunos de los exponentes. Es una combinación de la calidad culinaria y la atención de un restaurante tradicional y la calidez y personalización de comer en una casa.
Se trata de lugares que no suelen poseer ningún cartel que los identifique hacia la calle, y su forma de difusión es el boca a boca de los clientes, las redes sociales y las plataformas gastronómicas de reseña participativa que ya llevan su tiempo en internet. Cada vez que abren, llenan el cupo rápidamente.
Algunos trabajan de forma similar a un restaurante a la calle, pero otros son más informales y se parecen más a comer en la casa de un amigo: no abren habitualmente, quien atiende no tiene uniforme, las mesas, sillas, manteles y vajilla son distintos entre sí y, a veces, incluso es un hogar donde viven los propios dueños.