Sedentarismo, diabetes tipo II y obesidad son los principales factores de riesgo de higado graso, una condicion que no duele, pero que va dañando este organo noble hasta el punto de poder llegar a requerir un trasplante. Ademas, sextuplica el riesgo cardiovascular
Llevar un estilo de vida poco saludable es perjudicial para la salud por múltiples motivos; algunos son más conocidos, como el incremento del riesgo cardiovascular, de diabetes y de algunos tipos de cáncer. Otros efectos, sin embargo, suelen ser menos mencionados, como el hígado graso no alcohólico, una condición grave, cada vez más frecuente y que se espera que en los próximos años sea la primera causa de trasplante hepático.
Por todo esto, la Asociación Argentina para el Estudio de las Enfermedades del Hígado(AAEEH) pone el foco en esta condición que afecta a cerca de 3 de cada 10 adultos en nuestro país [1], datos que surgen de una investigación regional que contempló estadísticas locales de obesidad y otros indicadores y que los expertos sostienen que refleja lo que sucede aquí, aunque estiman que seguirá en aumento.
“El hígado graso no alcohólico puede impactar considerablemente en la salud de las personas, ya que sextuplica el riesgo de enfermedad cardiovascular y también aumenta las chances de presentar diabetes tipo 2 y enfermedad renal crónica”, explicó la Dra. María Inés Alonso, médica hepatóloga y miembro de la AAEEH.
La Dra. Beatriz Ameigeiras, Presidenta de la AAEEH, remarcó que “el hígado graso se asocia al sedentarismo y a la epidemia de la obesidad, que está en aumento y es un problema de salud pública en nuestro país y en el mundo. Por este motivo, es importante que se aborde esta problemática y se generen medidas de prevención del exceso de peso y de promoción de la dieta saludable y la realización de actividad física para contribuir a mejorar esta situación previniendo su avance”.
Con el tiempo, si la enfermedad no se controla y no se mejora el estilo de vida, la salud del hígado puede ir viéndose comprometida, alcanzando grados cada vez más severos de ‘fibrosis’. En el estadio terminal, que se denomina cirrosis, el hígado se encuentra muy afectado y es posible que se necesite de un trasplante y que se desarrolle un carcinoma (tumor maligno) hepático.
Sin embargo, no todos los pacientes evolucionan hasta esta etapa: mejorando el estilo de vida, muchos podrán inclusive revertir el compromiso hepático. Además, por la biología particular de cada individuo no todos son propensos a evolucionar a estadios tan avanzados.
Saber planificar y seguir a fondo el tratamiento
“El porcentaje de pacientes que avanza hasta un estado cirrótico que puede requerir trasplante es relativamente bajo. De todos modos, al considerar que es una condición muy prevalente, y cuya incidencia se encuentra en aumento, representa una gran cantidad de individuos”, manifestó el Dr. Javier Benavides, médico hepatólogo y gastroenterólogo, ex secretario de la Comisión directiva de la Sociedad Argentina de Gastroenterología (SAGE).
Se espera que el requerimiento de trasplante de hígado por hepatitis virales siga en franco descenso, gracias a las vacunas preventivas contra los tipos A y B del virus, y a los tratamientos curativos para el virus C. Las proyecciones internacionales establecen que para 2030 esta condición será la principal causa de trasplante hepático.
El Dr. Eduardo Fassio, médico hepatólogo y ex presidente de la AAEEH, detalló que “por lo general, el paciente se encuentra asintomático mientras la enfermedad no progrese a la cirrosis descompensada u otras complicaciones, pero la coexistencia de otras manifestaciones como obesidad, hipertensión o diabetes hacen que esté en riesgo significativo de presentar en el futuro complicaciones vasculares como infarto de miocardio o accidente cerebrovascular”.
“Es de vital importancia que los pacientes con hígado graso sean acompañados en forma multidisciplinaria por el médico clínico, el cardiólogo, nutricionista, hepatólogo y diabetólogo, en caso de que lo requiriera. Se debe realizar un plan alimentario, estimular la realización de actividad física acorde con las posibilidades de cada uno e instaurar, de ser necesario, tratamiento farmacológico para enfermedades asociadas como pueden diabetes, hipertensión o colesterol elevado”, destacó la Dra. Alonso.