Es la mayor baja de los últimos años pese al derrumbe del poder adquisitivo.
Estos números ponen en contradicción a la idea ortodoxa de que abaratar el empleo, es decir bajar el salario en términos reales, redunda en un crecimiento de los puestos.
Sólo en marzo, se perdieron 40.600 puestos de trabajo registrados contra febrero. Libre de factores de estacionalidad, la dinámica implicó una caída del 0,3% mensual. Un mal mes en un pésimo año: en la comparación con marzo del 2018 se perdieron 268.300 puestos registrados, lo que implicó una caída de 2,2%. Para colmo, el sector con peor desempeño fue el privado, donde se perdieron 161.000 puestos, es decir una contracción de 2,5%.
Los números muestran el resultado de la megadevaluación que arrancó en abril del año pasado. La contracción del salario real y el desplome del consumo hizo que la actividad económica cayera 2,5% durante el 2018. Pero el ajuste en el salario real, con una pérdida de 11,3% real en marzo (ver aparte), no sirvió para que el empleo detuviera o revirtiera la tendencia a la caída. Así, ajustó por precio, es decir por salario, y también por cantidad.
Un informe reciente publicado por el equipo técnico de la diputada Fernanda Vallejos destacó: “La caída generalizada del salario real estuvo lejos de incentivar a una mayor contratación de trabajadores por parte de las empresas, como predeciría un manual de economía ortodoxa, en donde a menor costo laboral, las cantidades de empleo se incrementarían”. “No obstante, las políticas económicas implementadas y sus resultados refutaron dicha hipótesis. Lo cierto es que la creación de puestos de trabajo tiene que ver con el dinamismo de la actividad económica en su conjunto”, señaló el trabajo.
Así, los apretones monetario y fiscal vienen logrando el ajuste sobre la actividad económica pero no frenar la aceleración inflacionaria. Como resultado, se resienten el salario y el nivel de empleo al mismo tiempo.
La dinámica de las dos variables es parecida a la que se dio entre 1995 y 2002, cuando el salario real mostró una caída importante, a la par de un crecimiento del desempleo, que terminó en 21,5%. Para el economista Fabián Amico, “el aumento del desempleo resultante acomoda las expectativas de ingresos reales de trabajadores y empresarios”.
Los datos dan cuenta de cómo los sectores dependientes del mercado interno se destacaron en la destrucción relativa de puestos de trabajo: las actividades con caídas superiores a la del total de la economía fueron hoteles y restaurantes (caída de 2,5%); transporte, almacenamiento y comunicaciones (3,3%); comercio y reparaciones (3,9%) e industria manufacturera (5,3%). Otro dato extraordinario fue la contracción de 11% en el empleo en Tierra del Fuego.