El incremento del cirujeo, en especial en micro y macrocentro, es perceptible y se ha convertido en otro indicador de la crisis económica que afecta al país.
Según una alta fuente del municipio, el problema de recolección que podía ser de contenedores desbordados, hoy pasa más por la basura que queda revuelta alrededor, porque justamente las personas rompen las bolsas, se llevan lo que le sirve y el resto, lo dejan afuera. Esto genera suciedad, sobre todo en la zona céntrica, como por ejemplo en la esquina de Colón y Mendoza.
Los números respaldan esta percepción: el Relevamiento Nacional de Barrios Populares, que desde 2016 realizan organizaciones sociales en articulación con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, dice que en los 112 sectores de Rosario donde se hace esta medición hay tres mil personas que viven del cirujeo y son sostén de familia. Según datos del municipio, entre 2015 y 2017 habían relevado unas 1.700 familias que realizaban estas tareas, 1.400 de las cuales lo hacían con caballos, hoy prohibidos.
La gente que sobrevive buscando en la basura no realiza las mismas tareas: están los cartoneros y recicladores, que juntan distintos tipos de material (en general cartón y papel, que son los que mejor se pagan), lo separan y lo venden; y otros que directamente buscan comida entre las bolsas para “zafar” el hambre del momento, cuya situación es más precaria y exceden esa cifra de tres mil.
Los primeros suelen ir en moto, bicicleta, a pie o con un caballo que tira del carro, aunque de estos quedan pocos y en los barrios, luego de la sanción de la ordenanza que prohibió la tracción a sangre en 2017. Los segundos van casi siempre caminando y es imposible medir cuántos son.