El joven de 27 años se sentó delante del tribunal y apenas empezó a recordar, se quebró. El fiscal le sirvió un vaso de agua y luego de unos eternos minutos de silencio pudo decir la frase que asegura haber escuchado aquel fatídico 6 de agosto de 2013. La que se le presenta cada noche en sueños y no se puede sacar de la cabeza. “¡Vamos, vamos, hicimos cagada!”, remarca que le escuchó decir al gasista esa mañana mientras lo vio salir corriendo del edificio de Salta 2141, subirse a una camioneta e irse del lugar. Diez minutos después, todo voló por los aires.
El testimonio de Ezequiel Agosta fue el más estremecedor que se escuchó ayer durante la décima jornada del juicio oral y público que se está realizando en el Centro de Justicia Penal para determinar las responsabilidades y culpas en relación a la peor tragedia sufrida en Rosario.
Por la comisión del presunto delito de estrago culposo agravado por las muertes (hubo 22 fallecidos) están imputadas once personas, entre las que se cuentan gasistas, empleados de Litoral Gas y los integrantes de la administración del consorcio.
Agosta recordó ayer los minutos previos al desenlace fatal. Con esfuerzo (asegura que en la actualidad padece ataques de pánico), se sentó frente a los jueces y respondió las preguntas del fiscal.
Es de Villa Gobernador Gálvez, se dedica a la tala de árboles y en agosto de 2013 lo habían contratado para extraer uno que estaba en un terreno en que el se había demolido una casa, justo enfrente del edificio de Salta 2141.
Un día antes de la explosión había conocido al portero, Pedro Flores, al que había visto baldeando la vereda.
La mañana del 6 de agosto, Agosta se levantó temprano y partió de Villa Gobernador Gálvez cerca de las siete. “A las 8, 8.30 ya estaba en la obra. Preparé las cosas y me puse a trabajar. Estaba la chatita de los gasistas parada adelante del edificio con los conos”, aseguró.
Según sus dichos, cerca de las 9.05 había parado para tomar un mate cocido y ahí vio a los gasistas trabajando en el edificio. Luego, ingresó al terreno donde estaba el árbol y se puso a trabajar.
“Subí al árbol y estaba cortando una rama cuando se me enredó una soga. Ya eran como las 9.15. Bajo, estoy arreglando todo y veo que sale uno corriendo que dice «¡Vamos, vamos, hicimos cagada», se sube a la camioneta y se va. El otro que estaba con él se va corriendo y atrás sale el que había visto baldeando la vereda, que corre para la avenida a parar los autos”, destacó.
Agosta recordó cómo inmediatamente después de que estas personas salieron del edificio vio que “empezó a subir una nube de gas muy fuerte que llegó hasta el cielo. Se prende fuego y empieza a caer el fuego. Yo salí corriendo para el fondo de la obra y a los diez minutos escuchó una fuerte explosión y veo caer el edificio”, señaló muy conmocionado.
Luego, ante una pregunta de la defensa de los empleados de Litoral Gas, que quiso saber si estaba seguro de lo que había escuchado, la respuesta de Agosta fue lacónica. “Desde ese día, sueño con la explosión. Tengo pánico. No tengo dudas de lo que escuché. Estoy seguro”, remarcó.
Agosta no dudó en señalar que quien se subió a la “camioneta blanca” fue “un hombre mayor” y que “el otro se fue corriendo”. Y ante una pregunta de la defensa del gasista, lo describió “con barba y de unos 50 años”.
Su relato fue escuchado a pocos metros por el gasista García, flanqueado por sus defensores. Detrás, a escasos centímetros, también escuchaban familiares de varias víctimas de la explosión. Y a su derecha, detrás de los fiscales y abogados de la querella, los padres y el hermano de Débora Gianangelo, los únicos deudos querellantes penales en la causa.
Cada mañana, antes de iniciar el juicio, su familia coloca tres fotos de Débora en la puerta de la sala, y Adrián, su hermano, las besa antes de ingresar.