La Convención radical exhibió una mayoritaria ratificación de Cambiemos. Ese amplio respaldo partidario fue logrado también en base a reclamos al macrismo. La primera discusión será por la estrategia electoral, incluida la fórmula.
El radicalismo cerró un capítulo vital para el oficialismo con la ratificación de Cambiemos y, a la vez, abrió el tramo decisivo de la interna grande en la sociedad de gobierno. En versión ilustrativa y simplificada, según se admite en estas horas, la resolución de la UCR allana el camino hacia el 12 de junio, fecha de inscripción oficial de los frentes electorales, y al mismo tiempo plantea el difícil recorrido hacia el 22 de junio, día para anotar las listas de candidatos. No es poco, pero no es todo.
“Esto esfuma el fantasma de la ruptura”, decía anoche una fuente del Gobierno frente a la resolución de la Convención Nacional de la UCR, valorada por su impacto amplio pero sin cerrar la discusión que viene, es decir, la fórmula, las listas en general y la estrategia de campaña.
Desde las filas radicales se encargaban de exhibir dos datos apenas concluido el inusual ejercicio político de Parque Norte. El primero, la amplia mayoría que ratificó Cambiemos: 261 votos sobre 314 asistentes, bastante más que la convención de 2015 que debió remar para aprobar con 186 votos el frente con el PRO y la Coalición Cívica. Y el segundo, el reclamo de discutir el funcionamiento orgánico, las características y el futuro de la coalición.
Por supuesto, admiten en el oficialismo, no pesan sólo los elementos domésticos, sino además la velocidad que está tomando la carrera. El panorama se aceleró con el anuncio de Cristina Kirchner –la fórmula con ella de vice de Alberto Fernández-, en medio de una negociación en el peronismo que deja interrogantes sobre la dupla. Y sumó la fisura entre el PJ federal y Roberto Lavagna, con el añadido del suspenso al que juega Sergio Massa. Todos elementos que en el Gobierno y también en la UCR siguen de cerca: la figura de la ex presidente en el centro de la escena y la división del electorado peronista son piezas centrales.
Hay otra consideración elemental, valorada internamente y de antemano por los referentes radicales de mayor peso y también por funcionarios políticos macristas: un quiebre de la UCR habría colocado en una crisis de profundidad incalculable al Gobierno, con arrastre demoledor para gobernadores, intendentes y bloques propios. “Nunca hubo chances de que eso ocurra, hubiera sido suicida”, decía un radical muy activo ayer en la Convención partidaria.
En rigor, un desenlace de esa naturaleza no estaba en la cabeza de nadie; tampoco en la especulación de algunos jefes de los “rebeldes”. Lo que se discutía –y finalmente ocurrió en la trastienda para aprobar la resolución de “consenso”- era el grado o la forma de plantear las tratativas con el macrismo. El reclamo estuvo dentro de las previsiones. Lo que viene es más complejo y adelanta renovadas tensiones. La exhibición del fuerte respaldo a la continuidad de Cambiemos es acompañada de hecho por mensajes para la pulseada que arranca hoy mismo.
En primer lugar, la fórmula. Será una complicada tarea para la comisión que deberá discutir ese punto y encarar otros dos: el funcionamiento orgánico de Cambiemos y el tipo de coalición que imaginan si las urnas acompañan. La comisión es encabezada por Alfredo Cornejo e integrada por los otros dos gobernadores radicales (Gerardo Morales y Gustavo Valdés) y otros tres miembros designados formalmente por el Comité Nacional. Se descuenta a Ernesto Sanz y a un representante del comité porteño.
Cornejo, se sabe, ya puso en discusión que el proyecto de Cambiemos deba quedar atado a la reelección de Mauricio Macri. Repuso el plan alternativo de marchar con María Eugenia Vidal y dejó abierto un menú que incluye la resolución en las PASO. Más allá de su gusto, una paleta amplia para empezar a discutir. Por supuesto, con otros ingredientes nada desdeñables como la listas de legisladores, un tema que también y a modo de advertencia suele poner sobre la mesa el macrismo.
Los otros dos temas expuestos como reclamos aparecen en discusión con cierto desfasaje en los tiempos. La ampliación de la alianza electoral enfrenta de entrada, y al menos ahora con el Gobierno esmerilado por la crisis, el rechazo de los posibles convocados, especialmente del peronismo federal y algunas fuerzas provinciales, preocupados como están en afirmar sus propias chances. De todos modos, se insistiría públicamente. Las conversaciones y tanteos circulan por vías más reservadas.
A partir de allí, a mediano plazo, todo suena a una discusión más profunda: es abordada en la UCR y también en los despachos políticos del Gobierno. Todo depende, claro, de un buen desempeño electoral, en el horizonte deseado de balotaje contra el kirchnerismo. En esa hipótesis, la discusión sería otra: ampliar la alianza electoral y, si se llega al último escalón, discutir cómo encarar acuerdos firmes con proyección legislativa y criterio de gobernabilidad. Por supuesto, entonces no se hablaría únicamente de la reconfiguración o ampliación de Cambiemos, sino además de una integración efectiva de gobierno.
Del mismo modo, atada a tiempos más largos y no limitada al final de este mandato, sería recreada la discusión que, en palabras de la UCR, debería superar la concepción de frente electoral para afirmar una coalición de gobierno. A eso remite el reclamo de un funcionamiento “reglado y sistémico” de Cambiemos.
Hasta ahora, poco se avanzó en ese terreno. El macrismo apostó a acuerdos puntuales con los gobernadores y a un sistema de funcionamiento bastante limitado al circuito presidencial. Son muchas los registros de disgustos en los bloques oficialistas al igual que los costos de los entendimientos con los jefes provinciales del PJ para los dirigentes locales de la UCR y del PRO.
Todo eso asoma para la discusión que viene. Mucho. En lo inmediato, queda menos de un mes para definir la fórmula o el modo de resolverla. Por eso, la Convención radical dejó algo así como una combinación de alivio y tensión para la interna de fondo.