Encontrar el amor y ser correspondido debe estar a la cabeza de cualquier manifestación de felicidad
Pueden ser minúsculas cosas: encontrarse cien pesos olvidado en un abrigo que no usamos desde el invierno; una felicitación en el trabajo que nos pondera el trabajo que hemos hecho para otros; el encuentro de un amigo que hace tiempo no veíamos; hallar precios más baratos que en el supermercado al que fuimos antes; una sonrisa que nos sale al encuentro justo en el medio del trajín del día, que se nos haya pasado ese dolor de espalda que nos tuvo a mal traer los últimos días; encontrar estacionamiento en el centro sin tener que andar mucho.
O pueden ser grandes cosas: poder cambiar el auto ( en estos tiempos casi un imposible), alcanzar la casa que siempre hemos querido (en estos tiempos casi un imposible), hacer ese viaje con el que venimos soñando desde hace tiempo y que hasta ahora solo podíamos acercarnos a través de una propaganda en televisión o un folleto impreso por una ambiciosa compañía de turismo.
La mayoría de las veces, la felicidad nos llega a través de cosas materiales, de objetos conseguidos con el sudor de la frente y otras partes del cuerpo que prefiero no nombrar. Son bienes conseguidos y como la palabra lo indica nos hacen bien.
Sin embargo las grandes felicidades, si es que puede hacerse un ranking, no está ahí, en los objetos, está en cosas intangibles. La felicidad es el mejor estado de los que podemos tener en la vida y bueno sería que todos los que habitan este planeta tengan su porción de felicidad, porque hay algunos sectores que han escuchado hablar del concepto pero no lo han vivido en carne propia, en sonrisa propia, nunca.
Palito Ortega lo dice en una de sus canciones que ha de permanecer por conocimiento pero no por virtud: “La felicidad, ja, ja, ja, ja, es decir amor, or, or, or, or”. Una de las grandes obras de la literatura musical argentina que sin embargo le pega de lleno al hecho. En el amor está la gran felicidad, esa que nos hace sentir pletóricos, llenos, conformes con la vida que llevamos.
Encontrar el amor y ser correspondido debe estar a la cabeza de cualquier manifestación de felicidad. Uno se siente impulsado por ganas que vienen del interior y todo le parece bien, y todo se le hace posible.
Por eso mismo la pérdida del amor debe ser uno de los dolores más grandes que puede soportar el tipo, y ha sido y será el generador de expresiones desgarrantes como se muestran en las canciones que hablan del tema, el tango por ejemplo, que es como la nostalgia por el amor perdido.
Tener un hijo debe ser una de las felicidades cumbres. Es un momento que no se puede comparar con nada más que tener un hijo.
El chiste dice que lo importante es plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro, lo difícil es regar el árbol, hacer crecer al hijo y que alguien te lea el libro.
Y cuando crecen los críos sus piruetas, sus salidas, sus avances en la vida también ocupan un lugar especial de nuestras satisfacciones
La felicidad, eso que salimos a buscar todos los días apenas nos levantamos y a veces, muchas veces, sin darnos cuenta.
Pueden ocurrir en este día (o en cualquiera) muchos instantes de felicidad que dejamos pasar sin percibir que pasaron. Pues estemos alertas porque un paisaje entrañable, una sonrisa que pasa nombrándonos, una sorpresa que estaba agazapada en el destino, nos puede cambiar el día para bien y apreciar que con los pequeños hechos de la felicidad también se puede alcanzar la felicidad completa.
Nada mejor que poder decir “Soy feliz” y que sea cierto.
Encontrar el amor y ser correspondido debe estar a la cabeza de cualquier manifestación de felicidad.
Por Jorge Sosa – Especial para Los Andes