De la mano de la industria gastronómica, se ha multiplicado el uso de utensilios de material plástico.
La contaminación por plástico representa uno de los mayores riesgos que enfrentan comunidades como Mendoza, con hermosos paisajes rurales, que a veces se malogran por la acumulación de basura de este tipo y otra de distinta procedencia.
Nuestra provincia no es ajena al uso y abuso de este material. Según cifras que maneja la Dirección de Protección Ambiental (DPA), dependiente de la Secretaría de Ambiente de la provincia, del total de desechos que cada ciudadano mendocino genera por año, 13% es plástico y el mismo porcentaje se da en el ámbito nacional.
Ese importante volumen debemos anexarlo a otra realidad que tiene relevado la ya nombrada DPA: en la provincia se generan anualmente 370 kilogramos de residuos sólidos urbanos (RSU). Estos se convierten en 1.850 toneladas de residuos/día, lo que al cabo de un año se transforma en 670.000 toneladas.
En cuanto a la composición de la basura, 46% corresponde a residuos orgánicos, en su mayoría restos de alimentos. Como segundo material aparecen el papel y el cartón (14%) y un tercer lugar corresponde a los plásticos (13%).
Sin dejar de valorar como negativos los restantes registros, nos queremos concentrar en la realidad del último material. Ocurre que se ha presentado en la Cámara de Diputados un proyecto para crear un programa de reducción de plásticos de uso único, que conforman los utensilios y elementos descartables, principalmente en la industria gastronómica.
La iniciativa pertenece a la diputada Analía Jaime (UCR) y procura buscar otras alternativas para dar cumplimiento a ese servicio o reemplazarlo por material biodegradable más inocuo, como forma de mitigar el efecto de contaminación ambiental que aquellos objetos generan.
La legisladora se ha basado para formular la iniciativa en un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, denominado “Plásticos de un solo uso”. En ese trabajo se reconoció que el material plástico “(…) tan accesible en nuestras vidas diarias, -por su bajo costo -hace que esté presente en todas partes, lo que ha resultado uno de los desafíos ambientales más grandes de nuestro planeta. Los envases plásticos representan casi la mitad de todos los residuos plásticos a nivel mundial, y muchos de ellos son desechados después de haber sido utilizado tan solo unos pocos minutos. Muchos de los elementos descriptos son casi de un solo empleo, pero esto no significa que resulten fáciles de eliminar. Cuando son desechados en vertederos o en el medio ambiente, pueden tardar hasta mil años en descomponerse”.
Entonces, queda claro que la contaminación por plástico representa uno de los mayores peligros que enfrenta nuestra comunidad en la actualidad, situación que está presente en Mendoza. En este sentido, las organizaciones y organismos dedicados a la temática señalan que las políticas públicas deben orientarse hacia la reducción del mismo en su producción y distribución. Hay que recordar que su producción se ha disparado en los últimos 50 años, y en especial en las últimas décadas. De hecho, en los recientes 10 años se han producido más plásticos que en toda la historia de la humanidad.
No hace mucho, en la cuarta Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en Nairobi, se logró un acuerdo global para reducir el consumo de plásticos de un solo uso.
En esa reunión, la directora ejecutiva interina de ONU Medio Ambiente, Joyce Msuya, destacó que “nuestro planeta ha alcanzado sus límites y tenemos que actuar ahora”.
La provincia que habitamos, como ya planteamos, no es ajena al uso de plásticos, y del total de desechos que cada ciudadano mendocino genera por año, el 13% es plástico. Sin embargo, en general no hay mayor conciencia sobre esta situación y mucha gente utiliza estos objetos, y luego los deshecha sin saber el daño posterior que ocasionarán.
Es interesante pensar lo beneficioso que sería que se pusiera en marcha una producción de elementos biodegradables que remplazase o redujese el empleo de plásticos de uso único. Estamos seguros que con la aprobación de una norma de este tipo y su promulgación por el Ejecutivo, hay muchas pymes y/o ONgs, que podrían ponerse a fabricar esos utensilios sustitutos, despejando aunque más no sea en una medida moderada, un factor de riesgo en el amplio espectro de contaminación que sufre la sociedad actual.