Una vez más, el Bitcoin cotiza por encima de los USD 10.000 descolocando a muchos jugadores del mercado quienes todavía se cuestionaban si USD 3.200 habría sido su piso, apenas unos meses atrás.
La criptomoneda es indomable, inasible, imprevisible para el mercado. Los que se han presentado como estudiosos de sus movimientos, más de una vez han hecho el ridículo con sus proyecciones. Su naturaleza única, su mercado global y activo 24/7 sin respiro, sus bruscas oscilaciones y su falta de respaldo en algo tangible o en un estado que la emita son condimentos que la alejan de los activos tradicionales y que generan novedad y desconcierto.
Desde que cotizara a USD 19.800 en diciembre de 2017, la criptomoneda sufrió un 2018 de vertiginosa sangría llegando a perder hasta el 83% de su valor, y tal como sucedió en al menos tres bajadas anteriores, la prensa y los dinosaurios de los mercados tradicionales la dieron por muerta sacándola del centro de la escena. Sin embargo es justamente en estos períodos (al que los bitcoiners refieren como “Winter is coming”, por el invierno de la serie Game of Thrones), en donde la tecnología se consolida, se vuelve más madura, para resurgir con renovadas fuerzas y romper los techos anteriores.
Que el bitcoin vuelva a estar por sobre los USD 10.000, significa que sigue vivo y que siempre lo estuvo desde su creación en enero de 2009, cumpliendo a rajatabla con sus reglas preestablecidas: registrando un bloque cada diez minutos, generando bitcoins de manera distribuida al ritmo matemáticamente establecido, dando acceso a quien quiera utilizarlo alrededor del mundo sin pedir permiso, sin importar raza, religión, color, nacionalidad o estrato social.