“Son suposiciones malas, pero creo que no termina bien esto“, dijo Raúl González. Él es el otro hijo de Hilda (89) y Hugo (92), los jubilados que fueron abandonados en un bar de Rosario y quien tiene -desde el miércoles pasado- la responsabilidad de cuidarlos después de que su hermano los dejara a la deriva y con poca plata en la puerta de un local de comidas del centro.
Raúl no se habla con su hermano desde hace años y, por la mala relación que mantienen, el contacto con los ancianos era esporádico. Sin embargo, después de que la Comisaría 5ta de la ciudad santafesina se comunicó con él para contarle acerca de la dramática situación que padecen sus papás, no dudó un segundo y se los llevó a vivir a su casa.
“Con mi hermano Hugo no tenemos contacto hace mucho tiempo, por eso me sorprendió todo lo que pasó porque desconocía que fuera tan grave. Pero por lo menos hoy tienen dónde dormir y un plato de comida“, aseguró Raúl, quien se esfuerza para mostrarse entero pero que claramente, está superado por todo lo que ocurrió.
Y no es para menos. Si bien los ancianos están cuidados, hay un temor que lo atraviesa y que podría producir un efecto negativo incalculable en sus padres: “Es posible que mi hermano después de esto se quite la vida. No lo sé. No me puedo atrever a asegurarlo pero no lo descarto. Esperemos que no. Igualmente mi preocupación principal son mis viejos, no lo que pueda hacer Hugo“, sostuvo Raúl, en un nuevo intento por exponer cierta fuerza.
La sospecha de que su hermano pueda tomar una drástica decisión después de abandonar a los ancianos tiene cierto asidero. Es que Hugo, de 62 años, recibió una licencia psiquiátrica por parte de la Municipalidad de Pérez, una localidad cercana a Rosario. “No sé qué problemas tenía exactamente pero claramente tenía algo. Era una persona reservada, nunca tuvo pareja y mucho menos hijos. Toda la vida vivió con mis padres. Pero lo que hizo es imperdonable. Nunca voy a estar de acuerdo con él“, resaltó.
Cada tanto, Raúl visitaba a su padres. Aprovechaba los momentos que Hugo no estaba en el departamento e iba a ver cómo estaban. Sabía, gracias a lo que le contaban los vecinos, que su hermano los gritaba y los sometía a distintos maltratos. Hilda -según Raúl- trataba de ocultarlo y fingir que no pasaba nada. “Ella como que lo protegía en el fondo. Cada vez que le preguntaba al respecto, me decía que no pasaba nada, que me quedara tranquilo. Pero yo sabía de los maltratos. Pero la verdad no sé qué le pasó por la cabeza para hacer lo que hizo”, reiteró. “Para mí se cansó de vivir con ellos“, agregó.
El temor y el dolor de una madre
Por estas horas, Hilda y Hugo viven con absoluta tristeza. La mujer pregunta todo el tiempo dónde está su hijo e intenta buscarle una explicación. Las respuestas no llegan y la incertidumbre crece. “Mi mamá me taladra la cabeza todo el tiempo. Ayer estábamos hablando y me dijo: ‘para mí a Hugo le pasó algo‘. Es como que ella también cree que él puede hacer alguna locura. Yo lo único que le digo es que no piense en eso, que trate de tranquilizarse, pero ella intuye eso”, reveló el hombre.
La anciana tiene un daño inconmensurable. En los momentos que tiene de lucidez sabe del abandono de su hijo no para de expresarlo. “Tiene un dolor en el corazón que no se olida más. Me dice ‘no puede ser que no venga a darme un beso’ ni que fuera a terminar todo así”, relató Raúl.
En cuanto al padre, se trata de un hombre completamente sordo que tiene dificultades para expresarse. Sin embargo sabe lo que ocurre y como puede, dice a viva voz que va a ir a buscar a su hijo. “Casi no se le entiende pero ya me dijo varias veces que se va a ir a buscarlo a Hugo. Yo le digo que a dónde lo va a hacer si es una ciudad muy grande. Es inútil”, acotó.
En este momento, Raúl, su esposa, sus hijos y ahora los abuelos viven en la misma casa. “Estamos un poco apretados, pero donde comen cuatro comen seis”, señaló. Recién ayer, pudo recuperar la ropa de los ancianos, que estaba resguardada en un depósito. Más que todo la ropa de invierno, que era lo más urgente. El resto de los muebles de los jubilados aún permanecen allí.
Según contó el hombre, sus padres no fueron desalojados. En realidad, el contrato que mantenían con la inmobiliaria llegó a su fin y como mantenían una deuda, no se los renovarían. Por eso, ante la llegada de la fecha límite, Hugo (h) sacó los muebles, la ropa y luego los abandonó en el bar. “El dueño del depósito fue muy amable al dejarnos sacar algo para que se vistan. El resto sigue allí porque no me deja sacarlo porque el contrato que firmó lo hizo con mi hermano. Igual dónde puedo poner yo los muebles. No me interesa tenerlos”, recalcó.
En el edificio quedó únicamente el auto en la cochera. Nadie lo puede sacar, salvo Hugo, si es que aparece. “No tengo forma de contactarlo. Los teléfonos que tengo están desconectados. Ojalá vuelva y dé explicaciones. No a mí porque no me interesa. Que se las diga a ellos (por sus padres)”, sentenció.
Qué va a pasar de ahora en adelante
Por lo pronto, Hilda y Hugo seguirán viviendo con Raúl con la esperanza que vuelva su otro hijo y conseguir cuanto antes una casa. La anciana dice todo el tiempo que se quiere ir y tener su propio lugar, aunque sepa que no es fácil.
“La cantidad de mensajes que recibí de gente que me ofrece casas, departamentos, habitaciones, dinero o ropa es muy grande. La solidaridad de la gente es algo que siempre está. No lo puedo creer. Una señora en Tigre me ofreció una casa para ellos. Gratis, con todo“, resaltó Raúl con la voz temblorosa nuevamente.
El caso conmocionó tanto que hasta llegaron a armar una colecta de dinero para que los jubilados durmieran en un hotel el día que fueron abandonados. El lunes, Raúl tiene pensado pedir ayuda en el PAMI para que le asignen una persona que los cuide, porque no están capacitados para valerse por sí mismos. “Del gobierno nadie me llamó ni me ofreció nada. Si estaban bien mis padres. Nada, pero bueno. Hay que seguir”, finalizó.
Fuente> Infobae