Con el encanto intacto, los nuevos episodios de este atrapante thriller los fanáticos tienen una nueva dosis intensas aventuras
Desde las viejas películas de hackeos a grandes corporaciones, pasando por los engaños de Los Simuladores y los atracos de Danny Ocean y sus cómplices de La Gran Estafa (Ocean´s Eleven, 2001) y sus secuelas, hasta la más reciente La Casa de Papel, robarle o estafar a los estados o a las grandes corporaciones se ha convertido en uno de los argumentos más atractivos del cine y la TV.
Claro, con un mundo en el que el 90 por ciento de la riqueza está concentrada en un pequeño y (muy) selecto grupo de la población, las ganas de una mayor repartija superan al espectador, que sueña con que algunos de esos atracos se hagan realidad.
Y en este marco, la historia de un grupo de ladrones, porque al fin y al cabo esa definición le sube el nivel de romanticismo, que se hacen con una mega fortuna de 2400 millones de euros escondida en la Fábrica de Moneda y Timbre, atrapó a una inmensa cantidad de seguidores a través de la plataforma Netflix, por más que les pese a los críticos de siempre.
Y es que, a pesar de contar con un ritmo visual dinámico en una primera instancia, las dos primeras tandas de episodios caían finalmente en los tópicos más recurrentes de este tipo de historias, con traiciones, errores y situaciones a resolver contrarreloj para llevar la empresa a buen término.
Y como a todo éxito hay que exprimirlo hasta que solo quede cáscara y semilla, desde este viernes 19 de julio ya está disponible en la plataforma la tercera entrega de la serie, que consta de 8 episodios en los cuales la gran novedad es que la banda ahora cuenta con un integrante argentino y que es nada menos que Rodrigo De la Serna, al que apodan “Palermo”.
Por eso, después de poner en la boca de millones de personas frases como “empieza el matriarcado” y la canción “Bella Ciao”, ahora la banda va por más, aunque antes deberá corregir el error fatal que ha hecho que todo lo construido por El Profesor (Álvaro Morte) se venga abajo como un castillo de arena frente a la marea.
La gran pregunta es: ¿es creíble la manera en la que logran reiniciar una historia que estaba finalizada, sellada al vacío y archivada? Pues sí, siempre hay posibilidades cuando los guionistas son los adecuados. Claro que todo tiene un costo y eso es el componente novedoso (que no lo era, pero bueno…) de la primera entrega, aunque el entretenimiento mantiene el nivel de calidad y se pueden disfrutar de estos nuevos ocho episodios con gusto y sin grandes pretensiones, después de todo, sólo son 320 minutos, un tercio de día.
¿Funciona la química ahora que todos los protagonistas son conocidas superestrellas? Sí, la química se mantiene y todos los actores han sido lo suficientemente profesionales para no arruinar la historia con exigencias de cartel o de cantidad de diálogos y por eso, lo que ha ocurrido con cada uno de ellos en los dos años que han transcurrido desde el final de la anterior etapa es creíble.
Lo único achacable a esta obra es que quizá algunos seguidores que llegaron a la historia por el lado de la postura políticamente incorrecta de destruir al sistema (o al menos robarle su dinero para vivir libres dentro de él) descubrirán que en esta ocasión la historia va para otro lado, como ya se vio en el tráiler. Atrás quedaron los días de anarquía y “Bella Ciao”, ahora la misión del grupo será la de rescatar a uno de sus miembros, y por eso los protagonistas ya se pasan definitivamente al lado de los “buenos”, algo absolutamente innecesario para los espectadores pero esencial para el “establishment” que maneja las finanzas de esta producción. Por algo ellos van por la tercera temporada y Los Simuladores siguen sin poder volver…
Pero bueno, la irrupción de Rodrigo De la Serna, antiguo amigo de Berlín (Pedro Alonso) que decide unirse al grupo para elaborar un ingenioso plan, ayudan a dejar de lado todo eso con una nueva interpretación que le aporta frescura y carisma a la trama.