En el mes de noviembre de 2017, debido a la pérdida de peso y la deshidratación que manifestó asociada a un cuadro de vómitos severos, Ludmila Abigail Terreno debió ser asistida por médicos de la zona cercana a su pueblo natal, Bernardo de Irigoyen.
El hogar de la familia Terreno linda con un galpón que funciona como depósito y lavadero de máquinas fumigadoras. Allí, los vecinos observan frecuentes movimientos de envases de agrotóxicos y denuncian que se almacena “tanto glifosato como Round Up”, algo prohibido en las zonas urbanas santafesinas por normativas que nadie se esfuerza en hacer cumplir.
La pequeña Ludmila pelea por recuperarse, y sus familiares por alejar los venenos de la vivienda. Pero nada cambió a pesar de los numerosos reclamos realizados ante el Gobierno comunal.
Su papá, Waldo, se encadenó al galpón donde se encuentra el veneno y las maquinarias. “Somos un pueblo de unos mil habitantes, rodeado de campos, por lo que las fumigaciones están siempre presentes y tuvimos la mala suerte de que le tocó a Ludmila”, manifestó Edelmiro, el abuelo de la pequeña. A su vez, agregó que “tiene glifosato en sangre, nos dimos cuenta cuando comenzó a vomitar”.
El diagnóstico de Ludmila es contaminación por químicos. “Se lo detectaron cuando tenía un año y ocho meses y desde entonces le debieron hacer tres transfusiones de sangre. Ella ya sabe, capta el veneno a la distancia cuando están fumigando o trabajando y se descompone”, agregó el abuelo.