En su novena (¿y penúltima?) película, el director de “Perros de la Calle” y “Pulp Fiction” apela a la lealtad de sus seguidores con actores y fórmulas de amplia eficacia
Si de algo se puede estar seguro a la hora de ver una película de Quentin Tarantino es que se trata de una suerte de olla cinematográfica que se cocina durante dos horas a fuego lento y se deja hervir los últimos 30 minutos.
En ese recipiente, el guionista y director coloca los ingredientes de siempre: situaciones límite, diálogos como los que ya no hay en casi ninguna película, un reparto de intérpretes de primer nivel, otro tanto de actores “fetiche” y un evento que lo cambia todo.
La receta es siempre la misma pero el sabor de este guiso es casi siempre diferente. Sin embargo, después de Los Ocho Más Odiados (The Hateful Eight, 2015), los seguidores de Taranta comenzaron a percibir una suerte de “deja vu” en lo que muchos consideraron una remake con cowboys de Perros de la Calle (Reservoir Dogs, 1992), su ópera prima.
Por eso, cuando Tarantino anunció su novena película, supuestamente la anteúltima de su filmografía, las miradas de recelo no tardaron en llegar.
Pasaron los meses y el resultado ya es una realidad: Había una vez… en Hollywood (Once Upon a Time… in Hollywood, 2019) llegó a los cines y con un aliciente más que atractivo: Brad Pitt, Leonardo DiCaprio y Margot Robbie en el mejor momento de sus carreras.