El Equipo Arquiciocesano de la Pastoral Social Santa Fe piden unión y fortaleza antes la crisis que se vive en la Argentina.
La crisis se hace sentir en todos los sectores sociales y las opiniones se multiplican. En las últimas horas comenzó a circular una carta de la Iglesia católica firmada por el Equipo Arquidiocesano de Pastoral Social de Santa Fe. En la misma se pide un llamado a reflexión por parte de la sociedad y “especialmente para aquellos a quienes el pueblo les confía la representatividad y el servicio de gobernar”.
A continuación la carta:
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Nos sentimos heridos y agobiados. Precisamos tu alivio y fortaleza… Ante los últimos acontecimientos vividos en nuestro país, el ejercicio de la democracia como derecho y expresión popular y la crisis que nos azota, proponemos un llamado a la reflexión para cada argentino, especialmente para aquellos a quienes el pueblo les confía la representatividad y el servicio de gobernar.
Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común… Construir la nación es una tarea que nos compete a todos. Sin embargo, es imposible pensar en la búsqueda del bien común cuando el egoísmo y la idolatría del mundo del mercado se ponen por encima de la persona, del rostro sufriente de los otros.
El Pueblo lamenta y padece los dolores provocados por disputas económicas, especulaciones, peleas en torno al poder, que se alejan del original espíritu de servicio y bien común de la política. Ante esto nos preguntamos: ¿qué podemos hacer desde nuestro lugar para la construcción del bien común? Sin duda, lo más inmediato será socorrer a quien tiene hambre, a quien golpee la puerta de nuestras casas pidiendo para comer, o se acerque a nuestras instituciones y organizaciones sociales.
Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz… Las disputas políticas, las mezquindades de la especulación, el mercado por sobre la persona, las luchas egocéntricas, no hacen más que excluir y condenar a la pobreza a millones de hermanos, ¡DE NUESTROS HERMANOS!
El criterio ético para medir nuestras acciones debe ser siempre el bien del hermano, la persona humana; todos somos hijos de Dios, todos somos hijos de nuestra Patria. No podemos resignarnos a aceptar que haya gente padeciendo hambre “en la Patria bendita del pan”, que la mitad de nuestros niños estén condenados a la pobreza, que la droga sea moneda cotidiana en nuestros barrios, que el tejido social se encuentre fragmentado y sea difícil reconocernos como hermanos y no enemigos.
Ante esto debemos preguntarnos: ¿qué nos posibilita reconocernos como hermanos?, ¿qué nos imposibilita construir la paz?, ¿de qué manera podemos asumir el amor por cada una de las personas que conforman nuestro Pueblo? Concédenos la sabiduría del diálogo, y la alegría de la esperanza que no defrauda… Más que nunca es necesario salir de los monólogos y las falacias, para dar paso a un verdadero diálogo, que tenga como principal objetivo la búsqueda de caminos comunes, de consensos y de la verdad.
Nuestro Pueblo sabe de caerse y volverse a poner de pie, sabe organizarse y salir al paso de las continuas crisis. Es lamentable ver y escuchar las discusiones políticas, las campañas basadas en la crítica y el descrédito, y no encontrar en ellas medidas de fondo y no a cuentagotas, acuerdos que permitan pensar proyectos a largo plazo.
Les pedimos a quienes ejercen el rol de ser autoridades y a los candidatos de los diversos partidos, que dejando de lado los personalismos, los intereses partidarios y las discusiones teóricas, puedan ponerse al servicio de los demás.
La crisis económica, social y moral que atravesamos, va a encontrar una vía de solución si todos, cada uno desde su lugar, ponemos en el centro el bien común y la persona. Ante esto nos preguntamos: ¿cómo podemos generar caminos de diálogo verdadero?, ¿qué implica salir del monólogo y dar paso al diálogo?, ¿cómo cultivamos la cultura del encuentro pedida por el Papa Francisco?, ¿en dónde está arraigada la esperanza de nuestro Pueblo? Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina! Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos. Amén.