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Elecciones: la unión y el encierro

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El peronismo supo leer las últimas elecciones nacionales (2015 y 2017) y salió a disputar la presidencia como un gran bloque. Macri se encerró en sus “amigos del “Mercado” y chocó contra la realidad. El descalabro financiero, la culpa en el otro (el votante) y los manotazos oficialistas para llegar a un balotage que quedó bastante lejos.

4 a 0 en el primer tiempo. Así de categórico es el triunfo que está logrando Alberto Fernández sobre Mauricio Macri. La figura futbolera que todos los argentinos somos capaces de comprender resumen todos los datos estadísticos que se pueden hacer en base al resultado de las PASO. Y hablo de un “primer tiempo” porque el 27 de octubre se juega el segundo período, el que define todo o el que llevará al alargue decisivo del 24 de noviembre.

El famoso 47% a 32% de la dupla Fernández-Fernández tiene sus fundamentos y consecuencias inmediatas. En los argumentos de la victoria del pasado domingo 11 de agosto aparece la unidad del peronismo como una de las claves más importantes para generar un espacio compacto, sólido y sin fisuras en la campaña electoral. La Cámpora, El Evita, los intendentes del conurbano bonaerense, los gobernadores alejados de Cristina, el kirchnerismo de a pie, Sergio Massa y toda su tropa, y hasta el mismo Omar Perotti mantuvieron la línea de un plan que hasta este momento viene sobre rieles.

La unión del PJ, con José Luis Gioja (presidente del Justicialismo a nivel nacional) como jugador destacado, se reflejó en cada una de las provincias donde hubo elecciones. Las alegrías peronistas comenzaron a darse una tras otra, ganando en casi todas las provincias, a excepción de Jujuy (aunque Alberto Fernández ganó el último fin de semana). La muestra más importante de esa unión ganadora la tuvimos en Santa Fe, con Perotti pulverizando las aspiraciones de José Corral y clausurando 12 años de Socialismo.

Cuando todos dudaban de la foto “Perotti – Bielsa”, a los pocos días la foto de los contrincantes peronistas apareció. La postal del bar que unió a las dos vertientes justicialistas se multiplicó como estampita de San Cayetano un 7 de agosto, y entre todos los peronistas (con todo el kirchnerismo adentro) recuperaron el poder.

La muestra de Santa Fe fue la última gran arenga justicialista para salir a la cancha nacional. Para demostrar la unión incondicional y la importancia de nuestra provincia, el PJ se sacó la gran foto de campaña en el Monumento de la Bandera, con miles y miles de peronistas felices con los gobernadores de fondo y con la dupla de los Fernández en el centro de la escena.

Ella nunca se fue  

Pero para que existan los Fernández tuvo que haber una Cristina Fernández lúcida, la ingeniera de un candidato a presidente que nadie lo tenía en sus planes. El 18 de mayo presenciamos su última gran movida. Como dijo mi amigo Juan Pascual, “reordenó todo el tablero político, acomodó todas las fichas y las internas, todas las diásporas y las inquinas, en todos los niveles, en la Nación, en las provincias, en los partidos y los sindicatos. Hasta que anunció su vicepresidencia, el mandato de unidad para el peronismo era un problema irresoluble. Después se convirtió no sólo en una realidad, sino en una esperanza. Esa esperanza pintó de celeste todo el país, dejando para Juntos por el Cambio sólo sus dos bastiones, Capital Federal y Córdoba”.

La ex presidenta, con toda su voracidad de poder en la manga, pero con herramientas intelectuales de estadista, supo dar el paso atrás y dejarle el escalón más visible a su “recuperado amigo” Alberto, ese al que Néstor (Kirchner) tanta confianza le depositó.

Con un libro como bandera CFK recuperó el centro de la escena, mientras tanto el Fernández de bigotes recorría el país con las puertas que le abrían los “compañeros y compañeras” referentes de cada pago chico.

Salí del medio

En la unión apareció un actor indispensable, Sergio Massa. El capo de Tigre fue el último en subirse al tren peronista, y ahí sí, como dice la marcha, las muchachas y muchachos pudieron cantar “todos unidos triunfaremos”. Con la llegada del creador del Frente Renovador aterrizó en la pista del peronismo un avión lleno de votos (en 2015 fue la tercera fuerza con más de 5 millones de votos).

El tipo que tanto bregó para que los argentinos lo acompañen por la avenida del medio, un día miró hacia adelante, vio que venía el peronismo a toda marcha y se volvió a subir al trote.

La realidad

Cristina, Alberto, Sergio y todo el peronismo unido representan una parte de la explicación de unas PASO con olor a final anunciado, la otra parte es el difícil día a día que transitamos millones y millones de argentinos. Eso que se llama realidad es lo que Macri nunca miró. Las encuestas desopilantes, los amigos del Mercado, sus periodistas militantes, sus trolls descarriados  y su núcleo duro que se alimenta del odio al peronismo, al kirchnerismo y a todo lo que huela a popular, le hicieron creer al presidente de los argentinos que toda la ciudadanía vivía esa vida de niño rico y adulto millonario.

Los tarifazos, la inflación sin control, la pérdida del empleo, los salarios devaluados, la deuda sin precedentes con el FMI, la pobreza que crece y crece, las ganancias de los trabajadores que vuelan como los dólares el lunes después de las elecciones, Riesgo País en las nubes, la inseguridad que aterroriza, la grieta que se profundizó y el hartazgo de escuchar a un presidente que habla de esfuerzo, de sacrificio, de pesada herencia, de brotes verdes, del segundo semestre, de no volver al pasado, de Venezuela, de las relaciones con el mundo, de los capitales que van a llegar y de la cantidad de palabras abstractas como esperanza, imparables, fe, podemos y tantas otras fueron algunas de las causales de un voto que castigó a un gobierno que se aferró al Mercado y abandonó al pueblo.

El abandono del actual gobierno y el desconcierto tienen dos fotos: Carrió hablando sola en un escenario vacío, luego del reconocimiento de la derrota por parte de Macri (sin un dato oficial hasta ese momento). Y la otra foto fue la del presidente el lunes en conferencia de prensa, culpando a los dos tercios de la población por el descalabro financiero y una nueva devaluación del peso argentino. “Lo que le decimos al kirchnerismo es que actúe con responsabilidad, que se haga cargo”, con estas palabras acusó al otro (Justicialismo con kirchnerismo adentro) de lo que sucede en el país. Analizar esta y otras frases de Mauricio Macri exceden lo político, ya ingresan en el campo de la pscicología (le vale a Carrió).

A la hora de dar una señal de esperanza para desactivar la bomba que hace tic-tac desde el lunes a las 10 de la mañana, el mandatario sólo supo decir: “He instruido al equipo económico para que tome todas las medidas necesarias. Estamos gobernando como corresponde. Nos estamos haciendo cargo. El equipo económico dialoga con las autoridades del Fondo”.

Durante toda la era Cambiemos se fugaron del país unos 72.229 millones de dólares. Es mucho más que los cerca de 56 mil millones que el FMI le prometió al país a partir de 2018. El año pasado y el 2019 serán los dos años con más sangría de dólares en la historia argentina. Hoy el gobierno nacional intenta darle aire a la clase media y baja con medidas económicas preparadas a las apuradas y con todo el sabor “populista” (ayuda económica y social). La reacción desesperante, sin ocultar que sólo se trata de un mínimo gesto electoral, expone a Macri  como un capitán con timón a la deriva.

Todos los números dan para atrás, los indicadores básicos de economía, industria, comercio y trabajo dan para atrás, y nuestros bolsillos lo saben. Mientras tanto Macri se encierra en su burbuja amarilla, las medidas responsables no aparecen y Alberto Fernández -en modo políticamente correcto-, espera un llamado desde Casa Rosada.

La política trataba a las PASO solamente como una “gran encuesta”, ahora se transformó en la puerta de salida de un espacio político que defraudó a buena parte de sus votantes, esos que tanta espalda le dieron en 2015 y 2017. Hoy, los de enfrente, los propios y los “ni” le bajaron el pulgar. Las reglas son claras, el juego se llama democracia y el pueblo la ejerce con su voto.

Por Gastón Chansard.

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