Un estudio nacional muestra la gran incidencia de este problema en el segmento laboral.
Las altas demandas laborales “exprimen” la energía de muchos trabajadores. Esto los lleva a un cansancio insostenible, menor rendimiento y hasta pérdida de compromiso, asociado a un alto nivel de agotamiento.
Esta situación de estrés lleva a que cuatro de cada 10 trabajadores mendocinos no logren relajarse ni aun cuando salen del trabajo. De hecho, tres de 10 expresan que cuando terminan su jornada laboral están tan cansados que no pueden hacer nada más (33,3%). Es la misma proporción que asegura que cada vez le cuesta más ir a trabajar (30,5%).
“Tengo un cansancio que no es explicable, porque si puedo dormir 10 horas un fin de semana el cansancio continúa ahí”, relató Guillermo (44). “Lo atribuyo a estar todo el tiempo conectado en todos los sentidos, por mi trabajo, y a un contexto social y económico complejo que aunque no te afecte directamente la gente te carga de esas situaciones. Estoy muy agotado, algo que quizás antes me pasaba en setiembre ya me está pasando este mes; estoy más olvidadizo que de costumbre y tengo insomnio”, agregó. Esto redunda en menor rendimiento en las tareas y hasta consecuencias en la salud.
Un estudio del Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales de la Universidad Siglo 21, realizado en Mendoza y otras seis provincias, arrojó estos datos del agobio.
Los mendocinos tienen, según esta encuesta, más dificultades para relajarse que la media nacional: 42,5% versus 40,8% respectivamente.
“Quemados”
A esta problemática se la denomina burn out, un síndrome que suele traducirse como “cerebro quemado”, aunque sus efectos llegan también al plano físico. La Organización Mundial de la Salud la declaró enfermedad en mayo.
Se trata de un daño en la salud mental de una persona debido al estrés prolongado en el ámbito laboral.
Como consecuencia se produce una pérdida de energía y motivación (agotamiento), la sensación de desvalorización de sus tareas (cinismo), la sensación de conflictividad interpersonal (despersonalización) y la percepción de no tener las competencias que su puesto le requiere para hacer frente al estrés de su trabajo (ineficacia percibida).
A nivel nacional estos aspectos aumentaron respecto del año anterior. Mendoza muestra una leve mejoría en estas condiciones aunque no es para cantar victoria: estaba entre las de más altos indicadores y permanece en ese segmento.
De mal en peor
El autor de la investigación, Leonardo Medrano (Secretario de Investigación del Observatorio) subrayó en diálogo con Los Andes que en un año apreciaron un crecimiento de dos puntos en el nivel de estrés crónico y dijo que a nivel mundial se espera que este escenario vaya en aumento.
“Los trabajos son cada vez más exigentes, demandan más productividad en menos tiempo y mayor conectividad”, resaltó. Dijo que influye mucho el mal uso de la tecnología. Esto implica seguir conectado al trabajo luego de salir o en horario de trabajo a otros planos de la vida, por ejemplo a través de redes sociales. Esto atenta contra el necesario tiempo de recuperación al que apuntan los entendidos.
Por eso hay empresas que han implementado momentos breves de descanso durante la jornada.
El contexto no colabora: además de las mayores demandas, hay un clima “denso” vinculado a la situación económica. Algunos consultados aseguran que todo el mundo dice estar cansado, las dificultades para llegar a fin de mes son un tema recurrente de charla y un salario insuficiente es desmotivante.
Carina Guevara (46) sufrió este síndrome hace unos años y quedó con secuelas a nivel cerebral. Trabajaba en una empresa en la que necesitaba alta concentración ya que manejaba dinero, con el tiempo se le hizo cada vez más difícil. “Empecé con ataques de hipo y de pánico, luego vinieron trastornos de sueño y conducta hasta que me medicaron. Me olvidaba de todo, no podía retener ni un precio”, relató. Pericias mediante le diagnosticaron 30% de discapacidad, parte de la cual persiste.
Medrano resumió que en términos generales influyen cuatro variables: recursos personales, inteligencia emocional de los jefes y la relación con ellos, contexto social asociado a satisfacer las propias necesidades con el salario, por ejemplo y las particularidades del puesto laboral como las demandas.
Desinterés
Uno de los aspectos considerados es el nivel de cinismo frente al trabajo, que se expresa en un estado psicológico caracterizado tanto por la falta de interés y de identificación en el trabajo. “Este mecanismo psicológico permite que, en ese contexto, la persona se vuelva menos sensible a bajar su productividad laboral o tener un bajo desempeño.
Como consecuencia, cada vez se siente más distanciado de su labor y menos involucrado”, explica el documento del abordaje.
Desequilibrio entre recursos personales y demandas
“Te podés estresar porque tenés pocos recursos o muchas demandas, es un desbalance entre estas y los recursos que tenéis” resaltó el autor del trabajo, Leonardo Medrano
Por eso, el “burn out” (quemazón) no está tan asociado a la actividad que se realice sino sobre todo a recursos personales. En este sentido se expresó también el médico laboral Carlos Trad Fager: “Mientras más lejos está el sujeto del objetivo central de la empresa, más fatiga sentirá”.
Por ello subrayó que hay aspectos como el clima laboral, la relación con el jefe, la iluminación y sentirse valorado, que influyen.
Los datos expresan que hay mayor tendencia a estar afectado por estas circunstancias cuando se tiene menor nivel académico. También se asocia a las mayores demandas y por ello los mandos medios, en particular los gerentes generales son los más “quemados”. Se interpreta que las personas con niveles educativos más bajos acceden a puestos de trabajo que no son percibidos como desafiantes o estimulantes o son poco compensados en términos económicos, lo que incide en una mayor posibilidad de sufrir el trastorno, advierte el informe.
Por otra parte, el agotamiento tiene casi el doble de impacto en las mujeres: 12,6% frente a 6,9% entre los varones. Los investigadores lo asocian a la dificultad de recuperarse emocionalmente luego del trabajo debido a la sobrecarga de tareas fuera de su ámbito laboral.