El sobrepeso y la obesidad van en aumento en la población general, pero lo más alarmante es que las cifras aumentan en el grupo etario de entre 4 y 12 años, esto nos refleja que la alimentación de nuestros niños está fallando. Argentina se ubica primera en el ranking de obesidad infantil entre los países de América del Sur.
Lo importante de esto es que la población infantil depende de sus padres, tutores o encargados para su alimentación, por lo tanto, somos responsables en gran medida de esta incidencia de la obesidad.
Debemos tener en cuenta que los gustos y preferencias alimentarias son aprendidos, desde las primeras papillas que reciben los bebés hasta la juventud, esto quiere decir que el hecho de que nuestros hijos coman verduras y frutas o prefieran los alfajores y papas fritas, muchas veces depende de cómo los educamos en cuanto a la alimentación, pero más allá de discursos, lo más importante, son los actos y el ejemplo. De nada sirve indicar a un niño que coma manzana porque es saludable mientras los padres, en ese momento, eligen un helado.
Las complicaciones más importantes que provoca la obesidad en los niños son:
• Disminución de la autoestima
• Depresión
• Desarrollo puberal acelerado
• Hipertensión arterial
• Aumento de colesterol y triglicéridos
• Aumento del nivel de glucosa en sangre y resistencia a la insulina
• Desviaciones de la columna
• Apnea de sueño
• Estrías en la piel
• Mayor predisposición a fracturas y dolores óseos y de articulaciones
• Pie plano
• Cansancio y fatiga muscular
• Problemas de concentración
Muchas son las consecuencias de llevar una mala alimentación desde la niñez. Sabemos que un niño obeso tienen muchas más probabilidades de desarrollar enfermedades crónicas en la adolescencia, juventud o adultez, lo cual reduce su esperanza y calidad de vida.
Algunos consejos nutricionales:
• Enseñar a los niños a realizar las 4 comidas principales, sobre todo a desayunar.
• Aumentar el consumo de frutas a través de ensalada de frutas, gelatina con frutas, licuados, helados caseros.
• Reducir el consumo de golosinas, galletitas dulces y rellenas, papas fritas, palitos salados, gaseosas, facturas.
• Incorporar jugos de frutas y/o agua con las comidas y dejar las gaseosas para el fin de semana o eventos especiales.
• Incorporar verduras de todo tipo y color a las preparaciones, si no le gusta al niño, licuarla, procesarla, “disfrazarlas” con otros ingredientes.
• Incentivar a la práctica de algún deporte, actividades al aire libre como juegos, caminatas, andar en bicicleta, rollers, etc., al menos 3 veces por semana. Y reducir el tiempo frente a las pantallas.
• Acompañar al niño siempre en el momento de las comidas, esto servirá de control y motivación para ellos y para los padres.
Lic. Romina Krauss
M.P.n°147