Ademas de la reduccion de carne por la crisis economica, los veganos y vegetarianos del pais desafian al tradicional menu y hasta ponen en alerta a los ganaderos de Argentina. El cambio generacional tambien se corresponde con esta orientacion alimenticia que cada día que pasa sube el volumen de sus reclamos.
Un grueso bife asado por fuera, y jugoso y levemente rosado por dentro, es un manjar obligado para cualquier extranjero que visita Argentina. Pero en el país de la carne parece que cada vez más argentinos consideran a esta delicia un sacrilegio.
Un estudio privado reveló que seis de cada 10 habitantes están dispuestos a dejar de comer carne vacuna, un dato que llamó la atención de los ganaderos que enfrentan una caída del consumo por la crisis económica y un auge de los movimientos veganos y vegetarianos.
Estas generaciones “han crecido con toda la discusión sobre el aborto en el Congreso, la inclusión, la igualdad de género, la (lucha contra) violencia de género. Estas cuestiones colectivas empiezan a tener más peso en las decisiones de compra de alimentos”, dijo Adrián Bifaretti, jefe del departamento de promoción interna del Instituto de Promoción de Carne Vacuna (IPCV) y autor del mencionado estudio basado en encuesta en línea sobre 1.100 casos. El relevamiento, que se realiza con una frecuencia bimestral, tiene un margen de error de tres puntos porcentuales.
La pugna entre ganaderos y veganos explotó meses atrás con la irrupción de un grupo de activistas contra el maltrato animal en la tradicional exposición de la Sociedad Rural en Buenos Aires. Algunos ruralistas, con vestimentas típicas de gauchos, corrieron a los manifestantes con caballos y látigos.
“La preocupación por la crueldad y la matanza está, se va a hacer sentir. Lo que se viene en Argentina es una forma de expresión de estos grupos similar a lo que se da en otras partes del mundo. Esto empieza a ser un desafío”, reconoció Bifaretti. Tendida sobre pastizales, Melisa Lobo acaricia el hocico de Apolo, un ternero de pelaje negro de unas semanas de vida y del tamaño de un perro Labrador. A su alrededor corretean cabras, ovejas, gallinas y patos que conviven en el “Santuario Salvajes”, situado en dos hectáreas a una hora de la capital argentina.
“En un santuario los animales viven toda su vida”, explicó la activista vegana de 28 años, que llama por su nombre a cada uno de los 300 animales que aloja excepto a las gallinas “porque son muy iguales”.
La dinámica del lugar parece inspirada en la película “Babe, el cerdito valiente”, que trascurre en una granja australiana donde los animales sociabilizan y se unen para ayudar al pequeño protagonista a convertirse en un pastor de ovejas.
Mientras una oveja algo excedida de peso, que responde al nombre Bruno, se acerca desconfiada a los intrusos que entrevistan a Lobo, la cabra Iowa busca llamar la atención humana con sus cuernos.
“Una persona que está en contacto con un perro o un gato sabe qué siente, sabe que le gusta que le hagan mimos, sabe que tiene hambre, sed, frío o qué le duele cuando se lastima”, reflexionó la mujer sincera. “Pero con estos animales así más grandes o no tan cercanos a ellos no saben o no quieren darse cuenta de que son seres sintientes”, concluyó.