Sadio Mané nació en Sédhiou, una pequeño pueblito de Senegal (de poco más de 24 mil habitantes). Allí atravesó momentos muy difíciles cuando era niño, dada la extrema pobreza que le tocó vivir en el continente africano. Una vez futbolista, y tras haber pasado por el fútbol francés y austríaco, el senegalés se convirtió en una de las estrellas del Liverpool y pieza clave en la conquista de la última Champions League. Más allá de sus éxitos, el jugador de 27 años prefiere llevar una vida sencilla, lejos de todo lujo innecesario.
“¿Para qué quiero 10 Ferrari, 20 relojes con diamantes y 2 aviones? ¿Qué haría eso por el mundo? Yo pasé hambre, trabajé en el campo, jugué descalzo y no fui a la escuela. Hoy con lo que gano puedo ayudar a la gente”, expresó el atacante con pasado en Southampton.
A pesar de sus logros, Mané elige no presumir de lo que hoy tiene. Más bien, opta por tener consciencia social y ayudar a aquellas personas que están en una situación similar a la que le tocó vivir a él anteriormente: “Construí escuelas, un estadio, proporcionamos ropa, zapatos y alimentos para personas en extrema pobreza. Además, doy 70 euros al mes a todas las personas en una región muy pobre de Senegal para contribuir a su economía familiar”.
Son gestos poco comunes en los jugadores de fútbol, muchos de los cuales suelen ostentar de sus cosas. Dicho esto, lo hecho por Mané es sin duda ejemplar y para aplaudir de pie.