A principios de este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) identificó el abuso de los videojuegos como un trastorno. Esta decisión fue muy criticada por parte de los profesionales del sector de los videojuegos y de muchos aficionados. También algunos investigadores y profesionales de la salud mental opinaron que esta inclusión es prematura, que “podría dar lugar a un sobrediagnóstico y que alimenta la estigmatización de los jugadores”. Pero lo cierto es que, a día de hoy, resulta complicado marcar el límite entre ser un jugador apasionado o estar enganchado.
Por eso, los expertos consultados por la OMS opinan que clasificar el abuso de los videojuegos como un trastorno puede ayudar a definir los criterios para diagnosticarlo a tiempo en los casos críticos. Recopilamos cuatro señales de mal uso que indican que los usuarios deberían pedir ayuda. Cumplir con estos requisitos no implica necesariamente ser adicto a los videojuegos —al menos hasta que lo confirme un psicólogo— pero sí son un síntoma de que algo no va bien y podría empezar a ir peor.
Dejar de lado relaciones sociales, familiares o de trabajo
Como entretenimiento, los videojuegos sirven para ocupar tu tiempo libre. Reservar tiempo de tu día para jugar tampoco tiene por qué ser preocupante. El problema viene cuando se convierte en una prioridad y dejas de hacer otras cosas más importantes por sentarte delante del ordenador o la videoconsola. Es decir, cuando el juego es lo primero para ti y lo antepones a salir con tus amigos, pasar tiempo con tu familia, hacer planes con tu pareja o terminar de hacer tu trabajo. Uno de los criterios diagnósticos para saber si alguien sufre de adicción a los videojuegos es determinar si, durante los últimos 12 meses, “ha dado cada vez más prioridad al juego sobre otros intereses y actividades de la vida diaria”.
No ser capaz de limitar el tiempo de juego
Ponerse media hora y acabar enganchado toda la tarde. Perder la noción del tiempo es normal si sucede esporádicamente. Este punto no tiene tanto que ver con que el tiempo vuele, sino con que, aun siendo consciente de que deberías dejarlo por hoy, eres incapaz de hacerlo. En esa situación, se considera que el usuario está perdiendo control sobre sus impulsos y que se deja llevar por el placer que le generan las hormonas que su cerebro está secretando mientras juega.
Jugar cuando deberías estar durmiendo
Aunque las necesidades de sueño pueden variar mucho de una persona a otra, hay ciertos límites que, si se cruzan, pueden ser una señal de alarma. Por ejemplo, mantener al día tus obligaciones diarias a cambio de sacrificar horas de sueño para poder jugar o cambiar los hábitos de sueño para amoldarlos al juego: no es lo mismo ser alguien que siempre ha funcionado bien durmiendo solo cinco o seis horas, que reducir el tiempo que estás duermiendo para poder jugar. Aunque sea una decisión personal, no dormir afecta directamente a la salud física y mental y puede perjudicar al desempeño en el trabajo (más allá de estar cansado) o de las obligaciones familiares.
Continuar jugando a pesar de las consecuencias negativas que les causa
Según Vladimir Poznyak, experto en consumo de sustancias y conductas adictivas de la OMS, una de las claves para llegar a diagnosticar la adicción a los videojuegos es la incapacidad de dejar de jugar aún a sabiendas de las consecuencias negativas. Es decir, cuando está afectando a tus relaciones personales, a tu trabajo o a tu salud física y mental y, aún así, sigues dándole prioridad y no eres capaz de dejarlo. “El patrón del uso de estos juegos es a menudo persistente a pesar de la conciencia de un mayor riesgo de daño para la persona o para otros”, explica Poznyak.
Ninguno de estos síntomas por separado determina si alguien es adicto a los videojuegos o no. Según la OMS, solo se diagnostica cuando “el patrón de comportamiento es lo suficientemente grave como para dar lugar a un deterioro significativo a nivel personal, familiar, social, educativo, ocupacional o en otras áreas importantes de funcionamiento”. La última versión de la Clasificación Inernacional de Enfermedades (CIE-11), señala que “generalmente es evidente durante un periodo de al menos 12 meses, aunque la duración requerida puede acortarse si se cumplen todos los requisitos de diagnóstico y los síntomas son graves”.
“Los estudios sugieren que el trastorno del juego afecta solo a una pequeña proporción de las personas que participan en actividades de videojuegos digitales”, añade Poznyak. Sin embargo, las personas que participan en los juegos “deben estar atentas a la cantidad de tiempo que dedican a las actividades de juego, especialmente cuando se trata de excluir otras actividades diarias, así como a cualquier cambio en su salud física o psicológica y su funcionamiento social”.
El porcentaje de personas a las que afecta este trastorno en las muestras estudiadas oscila entre el 0,7% y el 27,5%, según una revisión reciente de la investigación Estudios epidemiológicos transversales y longitudinales del trastorno por uso de videojuegos online llevada a cabo por el psiquiatra e investigador japonés Susumu Higuchi. La tasa es tan amplia precisamente porque hasta ahora ha sido complicado limitar qué era y qué no adicción a los videojuegos. Si nos centramos en Europa, la oscilación va entre el 1% y el 10%, según Poznyak. “No cabe ninguna duda de que el problema existe”, señala Poznyak.