El arroz, la polenta y los fideos mitigan el hambre, pero no aportan los nutrientes claves para el desarrollo mental y físico durante la niñez. Expertos de distintas áreas analizaron el “caballito de batalla” del nuevo gobierno para nutrir a los más necesitados con el menor costo posible.
“Gobernar es establecer prioridades”, repetía en campaña una y otra vez el presidente Alberto Fernández, que asumió este martes con cifras alarmantes: seis de cada diez chicos argentinos pasan hambre, según datos del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.
“Cualquier persona tiene que hacer cuatro comidas: desayuno, almuerzo, merienda y cena. Una alimentación saludable debe incluir determinados alimentos para llevar a cabo todas las funciones del cuerpo“, explicó la licenciada en Nutrición Teresa Coccaro a este medio. El énfasis tiene que estar en la inclusión de calcio, fibra, proteínas y otros nutrientes en las dietas infantiles, que difícilmente se obtengan de la harina blanca o del mate cocido.
“El mate es un ‘no’ absoluto para los chicos. El calcio es clave para los huesos y los dientes. Un grande se sacrifica, pero un niño en edad de crecimiento no. Desayunar o merendar sólo con mate puede predisponer a la osteoporosis, a una mayor probabilidad de fracturas cuando corren o juegan”, señaló la especialista.
El desayuno familiar debería incluir un vaso con leche o yogur (o de un sucedáneo más barato, porque “antes que nada es preferible que tenga algo de lácteo” por el aporte de calcio), una porción de granola o pan casero (“con un poco de agua y harina podés lograr uno más barato que el de la panadería o el embolsado del supermercado”, señaló Coccaro), y una fruta de estación, que suele ser la más barata en la verdulería.
Así, una taza de té con leche acompañada de un bol de cereales con yogur y una manzana o banana cortada en cubitos podría ser un desayuno completo para un niño en edad escolar. Cada rodaja de pan “equivale a dos cucharadas soperas de avena”, según Coccaro, o sea que un kilo de copos de avena arrollada (a $165) “rendiría muchísimo más” que una hogaza”.
La tarjeta alimentaria está enmarcada en un esquema que nos parece acertado: definir (la lucha contra) el hambre como una política de Estado, como el principal tema a abordar”, explicó Daniel Menéndez de Barrios de Pie.
“En ese marco hay una serie de acciones a implementar y uno es la tarjeta. Otro es sin dudas la transferencia de ingresos, centralizar los esfuerzos que hace el Estado en política alimentaria”, siguió y agregó que “después hay que atender el problema inflacionario de los alimentos, resolver estructuralmente lo que tiene que ver con el aumento constante de precios, con lo que percibe el productor respecto al precio final, la descentralización de la producción de alimentos y lo que encarece a los alimentos mucho, que es el transporte: cuesta más el transporte que el producto en sí”.
La administración entrante aún no reveló el monto que se le asignará a cada beneficiario de la tarjeta ni cuáles serán los alimentos que podrán comprarse con ella, de haber una lista específica al estilo de Precios Cuidados. Sólo se sabe que no se la podrá usar para comprar bebidas con alcohol ni para extraer efectivo de las entidades bancarias que la emitan.
Para todo lo demás, en principio, el destino de los fondos asignados quedará en manos de quien la use. En el caso del almuerzo y la cena de una familia tipo (formada por dos mayores de edad y dos menores) consta de un “plato completo” que puede incluir algunas de las opciones de carne de Precios Cuidados (espinazo a $44, carne picada a $99 o muslo de pollo congelado a $141,75) o variantes vegetarianas.
En el almuerzo te queda en la mitad del plato la proteína y en la otra verduras de estación, que son más baratas. En la cena, aunque puede ser al revés, podés agregarle papa, batata, choclo, arroz o fideos y completar con también con verduras de estación”, precisó Coccaro. En este punto viene bien la lata de jardinera, que dura mucho tiempo y cuesta poco más de $35.
“Podés mezclar legumbres con arroz y ahí te hacés una proteína parecida a la de la carne”, señaló Coccaro. Todo un voto de confianza para los medallones de lentejas, huevo y arroz, la tortilla de arvejas, los salteados de arroz y verduras de estación y la ensalada de lentejas, papa y tomate.
En contraposición, Menéndez, aseveró: “En la actualidad hay mucho alimento seco. A los más necesitados hay que abastecerlos de frutas, verduras y carne que no están dentro de los que financiaba el Ministerio de Desarrollo Social de Macri”.
Elegir las opciones integrales en cuanto a la harina y el arroz también suma fibra a la dieta por poco más de $10 de diferencia en el costo, lo que nunca está de más.
Así como la verdulería es el mejor lugar para acceder a precios “de estación”, comprar por kilo en una dietética puede marcar una diferencia en el presupuesto familiar. “Los porotos están baratos, pero cuanto más color tienen más caros son. Los garbanzos y las lentejas combinados forman una proteína completa, reemplazan a la carne”, precisó la nutricionista.
“Para lo que es el desarrollo del niño la proteína es clave. El hierro para el desarrollo del coeficiente intelectual, el calcio no sólo por los huesos sino también por el corazón, por el cerebro. Si un niño no tiene el aporte de hierro diario pierde el coeficiente en 10 puntos con respecto al que sí lo tiene”, convino la especialista.
“Para nosotros es muy importante agregarle la cuota de frescos: queso, leche, yogures, carne, pollo. Sin eso, todos sabemos que una criatura de 0 a 6 años puede tener dificultades de crecimiento y aprendizaje, como ciudadano el día de mañana le va a repercutir desfavorablemente. Pedimos que se agreguen verduras, frutas, carnes y lácteos”, detalló a este portal Daniel Ozuna, responsable político de cinco merenderos y comedores del Frente Darío Santillán.