La nueva película del neocelandés Taika Waititi presenta una versión humorística del nazismo que se sostiene a lo largo de un film tan enternecedor como concientizador
Para muchos de los actuales habitantes del planeta, el nazismo es un lejano movimiento ideológico que dejó millones de víctimas a lo largo del mundo merced a una guerra mundial, marginación, racismo y genocidio. Pero muy pocos de ellos se preguntan o se cuestionan cómo es que un monstruo como Hitler llegó a la cumbre del poder en uno de los países más adelantados de su tiempo, que poseía un grupo de intelectuales de avanzada y producía algunas de las obras de arte más increíbles de su tiempo.
Y lo cierto es que por ignorar esto se permite que personajes de similar perfil se apropien de los lugares de mayor poder en el mundo, y todo siga de igual manera que hace un siglo atrás: con fanatismos haciendo estragos entre los inocentes de todo el mundo.
En este contexto, llega a los cines de la Argentina Jojo Rabbit, la última película del genial director neocelandés Taika Waititi, de quien los cinéfilos locales ya pudieron ver Casa Vampiro (What We Do in Shadows, 2014) y Thor Ragnarok (2017) aunque tiene varios otros trabajos muy dignos como la serie Flight of the Conchords o la más reciente The Mandalorian (el octavo capítulo) de Disney+.
La película de Waitihttps://youtu.be/tL4McUzXfFIti relata las desventuras de Johannes (Roman Griffin Davis), un niño que como cientos de miles más, se une a las juventudes hitlerianas, donde recibe entrenamiento del incompetente Capitán Klezendorf (Sam Rockwell), su asistente Finkel (Alfie Allen) y la aguerrida fraulein Rahm (Rebel Wilson).
Sin embargo, lo que más motiva al niño no es sino que tiene como “amigo invisible” al mismísimo Adolf Hitler (Taika Waititi), en una versión paródica que genera risas a pesar de lo infame que resulta su presencia.
Pero el verdadero drama se desata cuando Jojo (como le dicen), descubre que su madre no simpatiza con el partido nacional socialista sino que además ha dado cobijo en su casa a una niña judía. Desde ese momento, se desata en el pequeño una pequeña revolución interna que lo irá llevando por el camino de la razón y (¿por qué no?) del amor fraternal.
El film es una verdadera catarata de buenas intenciones, con personajes secundarios maravillosos como el de Rockwell, o Rosie, la mamá de Jojo que encarna Scarlett Johansson, y Yorki (Archie Yates), el inseparable amigo de Jojo que sigue los preceptos de las juventudes hitlerianas como si se tratara de un boyscout a la inversa. Todos ellos, y una banda sonora magnífica, que cuenta con Los Beatles y David Bowie entre sus exponentes, convierten a este film en una comedia que por lo arriesgado de su propuesta y el resultado obtenido, bien podría ubicarse a la altura de otros exponentes similares como La Vida es Bella (La via é bella, 1997) o MASH (1970).
Fiel a su estilo, el director mantiene el humor hasta sus últimas consecuencias y el consejo es, sea cual sea su preconcepto: no se la pierda.