Los años ’90 habían sido furiosos para Charly García. Protagonizaba escándalos de todo tipo, se peleaba seguido con la prensa y los fanáticos más insistentes, los recitales eran cada vez más cortos -podía interpretar un puñado de canciones e irse- y los excesos hicieron que lo internaran dos veces. No era fácil seguirle el ritmo y sus músicos sufrían en carne propia los desplantes.
Nada hacía suponer que con el cambio de siglo algo de esto se iba a modificar. Y ese pronóstico se confirmaría apenas comenzado el 2000. En los primeros días de marzo de ese año, García se encontraba en Mendoza para participar -junto a Nito Mestre y Mercedes Sosa- de un show gratuito para más de 30.000 personas en el estadio Malvinas Argentinas.
En el marco del ciclo “Argentina en vivo”, organizado por la Secretaría de Cultura del gobierno de Fernando De la Rúa, el espectáculo se desarrolló sin inconvenientes, el músico estaba feliz por tocar con sus amigos y parecía haber dejado atrás los incidentes que había protagonizado en viajes anteriores a esa provincia.
Sin embargo, después del recital, comenzaron los problemas. Charly y parte de su séquito se trasladaron a un pub y en ese lugar se desató la “furia Say no more”. Los problemas comenzaron cuando una mujer lo agredió tirándole un vaso de whisky en la cara luego de reclamarle no haberla complacido con un pedido. En ese momento, se armó un revuelo con sillazos de por medio y el ex Serú Girán volvió al hotel con la cara manchada de sangre y en un estado de efervescencia.
A las 8:00 de la mañana siguiente, sin haber dormido, fue llevado por la fuerza a un juzgado y de ahí a la Penitenciaría Provincial. Un comisario le dijo: “Para mí, usted es un ciudadano más, una persona común y corriente”, según relata el periodista Carlos Polimeni en su libro El día que Charly saltó (y otras crónicas salvajes del rock).
Ante eso, Charly se puso muy nervioso y le respondió: “Yo no soy igual al resto, yo soy un genio”. Cuentan los testigos que hubo forcejeos y que, tras varias horas, recién pudo volver al hotel en medio de un fuerte operativo policial.
Pero García seguía enojado con el oficial y, para demostrar que no era una persona más, decidió tirarse desde su habitación -ubicada en el noveno piso- a la pileta del Aconcagua.