El pasado viernes se produjo un sismo en el Mar Egeo de magnitud 6,6 al suroeste de Esmirna, la tercera mayor ciudad de Turquía, y cerca de la isla griega de Samos que causo destrozos en ambos países y dejó más de 50 víctimas fatales.
El ministro turco de Medio Ambiente y Urbanización, Murat Kurum, informó que cerca de 5.000 miembros del personal de búsqueda y rescate trabajan en Esmirna para intentar encontrar nuevos sobrevivientes bajo los escombros de edificios colapsados en la ciudad.
En Bayrakli, la ciudad turca más golpeada, los equipos de rescate seguían buscando posibles sobrevivientes entre los escombros de ocho edificios derrumbados, indicó la AFAD. Según informó un socorrista, podría haber 10 personas debajo de los escombros.
El ministro de Salud turco, Fahrettin Koca, comunicó que durante la madrugada de este domingo lograron rescatar a un hombre de 70 años.
En las ciudades turcas -donde más muertes causó el sismo-, los habitantes siguen durmiendo en carpas por miedo a posibles réplicas. En Turquía, la cifra de heridos asciende a 896.
Mientras tanto, en Grecia tuvieron 20 heridos y dos víctimas fatales: dos estudiantes de 15 y 17 años. La zona más dañada es la isla de Samos.
Tanto Turquía como Grecia están situadas en una de las zonas sísmicas más activas del mundo. En Turquía, en los últimos años, además del sismo de 1999, en 2011, un terremoto de 7,1 en la provincia de Van dejó más de 600 muertos y el pasado enero, uno de 6,7 dejó unos cuarenta muertos en la provincia de Elazig (este).
En Grecia, el último sismo mortal tuvo lugar en julio de 2017 en la isla de Cos, cerca de Samos, en el archipiélago del Dodecaneso, y causó dos fallecidos.