Muchos de los inventos comunes que usamos hoy fueron descubiertos por accidente. Te sorprenderás cuántos son.
El curso de la evolución humana ha estado marcado por una larga sucesión de descubrimientos casuales e inventos accidentales; el momento Eureka puede llegar por casualidad y no por elección. De hecho, los expertos estiman que entre el 30 y el 50% de todos los descubrimientos científicos son de alguna forma, accidentales. Aunque si bien es cierto que en algunos casos, los descubrimientos científicos se producen después de un minucioso trabajo de laboratorio que finalmente produce el resultado que un investigador esperaba encontrar, la realidad es que muchos de los hallazgos más increíbles del mundo se produjeron cuando alguien encontró algo que no estaba buscando.
Algunos descubrimientos fortuitos han generado un éxito tan asombroso que se han vuelto en contra nuestra, o más bien de nuestro planeta, como es el caso del plástico, con el que es tan difícil lidiar en estos días, que se nos acumula por doquier y que está teniendo un efecto nefasto en nuestro medio ambiente.
Todos estos inventos accidentales -que pasaremos a repasar a continuación- de los últimos dos siglos han cambiado el mundo de una forma u otra y, en algunos casos, incluso son el resultado de un verdadero accidente.
Ninguno de estos “accidentes” se habría convertido en dicho invento que cambió el mundo sin la persona adecuada para reconocer su valor y muestran que las mejores innovaciones pueden provenir de lo inesperado, pues la necesidad no siempre es la madre de la invención.
Muchas de las cosas en las que confiamos para curar nuestras enfermedades, cocinar nuestros alimentos y endulzar nuestros días no fueron diseñadas deliberadamente sino que supusieron un feliz accidente.
Desde la sacarina hasta la penicilina o el horno de microondas, muchos más se produjeron por casualidad, haciendo que muchos inventos de uso cotidiano aparecieran de forma inesperada en nuestra vida transformándola en una existencia mucho más cómoda, mejor.
Descubre cómo el azar y no el tradicional, largo y lógico proceso de pensamiento, reflexión, experimentación y desarrollo, jugó un papel clave en algunos de los más grandes inventos del mundo.
¿Cuántos serías capaz de nombrar? Hoy te descubrimos algunos de los ingenios accidentales más interesantes.
La sacarina, uno de los edulcorantes sintéticos más antiguos, fue descubierto accidentalmente por Ira Remsen y Constantine Falhberg en 1879. Ese año los químicos estadounidenses intentaban encontrar usos alternativos para el alquitrán de hulla. Cuando hicieron una pausa para comer, Falhberg notó que los alimentos tenían un sabor mucho más dulce de lo habitual. Entonces se dio cuenta de que no se había lavado las manos después de trabajar y que sus manos habían quedado impregnadas de una sustancia del laboratorio: había nacido la sacarina.
Viajamos ahora hasta 1946. Ese año, Percy Spencer, ingeniero de la Corporación Raytheon, estaba trabajando en un proyecto relacionado con el radar. Mientras probaba un nuevo tubo de vacío, descubrió que una tabketa de chocolate que tenía en el bolsillo se derritió más rápido de lo que esperaba. Ante la duda, comenzó a experimentar apuntando el tubo a otros artículos, como huevos o incluso granos de palomitas de maíz. Tras los experimentos, concluyó que el calor percibido por los objetos provenía de la energía de microondas. Poco después, el 8 de octubre de 1945, Raytheon presentó una patente para el primer microondas que pesaba más de 300 kilos y medía 1,68 cm de alto
De entre todos los inventos accidentales, quizá la Coca-Cola sea el más conocido. Su inventor fue el farmacéutico John Pemberton y se dedicaba a fabricar un jarabe hecho de vino y extracto de coca que llamó “French Wine Coca de Pemberton”, que se promocionaba como una cura para los dolores de cabeza y los trastornos nerviosos. Tras prohibir la ciudad de Atlanta la venta de alcohol en 1885, decidió crear una versión “light” sin alcohol a base de coca y mezclarlo con agua carbonatada para venderlo así como refresco. El resultado fue una bebida perfecta para la época: un “tónico cerebral” llamado Coca Cola
¿Cómo era la vida antes de existir las cerillas? Pues se utilizaba a mansalva la yesca y el pedernal. Tenemos que agradecerle el invento de las cómodas cerillas a un farmacéutico británico. En 1826, John Walker notó un bulto seco en el extremo de un palo mientras agitaba una mezcla de productos químicos. Cuando trató de rasparlo saltaron chispas y llamas. Tras sobresaltarse con el inesperado descubrimiento, Walker comercializó los primeros palitos de fricción como “Friction Lights” y los vendió en su farmacia. Los fósforos o cerillas iniciales estaban hechas de cartón, pero pronto los reemplazó con tablillas de madera cortadas a mano de aproximadamente 8 centímetros de largo. Se vendían en una caja equipada con un papel de lija. Aunque se le aconsejó patentar su invención, decidió no hacerlo porque consideraba que el producto era un beneficio para la humanidad, lo que no impidió que otros le birlaran la idea y recibieran los beneficios
Los cierres de velcro se encuentran en una gran cantidad de productos, desde mochilas hasta medidores de presión arterial, pero ¿quién lo inventó y cómo fue? En 1941, el ingeniero suizo Georges de Mestral se encontraba dando un tranquilo paseo por el bosque con su perro. Al regresar, vio que los bajos de los pantalones estaban cubiertos de pequeñas rebabas de bardana (Arctium lappa). Estudió las rebabas de esta planta con la esperanza de determinar cómo se pegaban tan fácilmente a la ropa y descubrió que los pequeños ganchos de la fresa permitían que se aferrara a pequeños retazos de tela. Entonces se le ocurrió la idea de crear un cierre de dos lados con esta función y lo denominó “velcro”, que no era sino el nombre de su empresa. El producto fue patentado en 1955 y fabricado y distribuido en todo el mundo
Fue el chef neoyorkino George Crum quien inventó accidentalmente en 1853 las patatas fritas cuando un cliente molesto seguía devolviendo sus patatas fritas a la cocina porque estaban blandas y llenas de aceite. Para darle un escarmiento, Crum cortó las patatas en rodajas finísimas; las frió hasta que quedaron crujientes y las ahogó en sal. Para su sorpresa, al cliente le encantó el cambio, pues acababa de degustar la primera ración de patatas fritas de bolsa.
Todo comenzó cuando en 1895, un físico alemán llamado Wilhelm Roentgen estaba trabajando con un tubo de rayos catódicos. A pesar del hecho de que el tubo estaba cubierto, vio que una pantalla fluorescente cercana brillaba cuando el tubo estaba encendido y la habitación a oscuras. Los rayos iluminaban de alguna forma la pantalla. Trató de bloquear los rayos, pero la mayoría de las cosas que colocaba frente a ellos no marcaban ninguna diferencia. Sin embargo, cuando puso sin querer su mano frente al tubo, descubrió que podía ver sus huesos en la imagen proyectada en la pantalla. Reemplazó el tubo con una placa fotográfica para capturar las imágenes y así nacieron las primeras radiografías
La vida antes de la existencia de los antibióticos era un camino llego de infecciones y pocas defensas. La penicilina fue precisamente el primer antibiótico que se descubrió. Corría el año 1929 cuando un joven bacteriólogo, Sir Alexander Fleming, estaba ordenando su laboratorio. Después de haber estado de vacaciones, volvió a trabajar para descubrir que una placa de Petri de la bacteria Staphylococcus había quedado sin cubrir, observando que el moho había matado muchas de las bacterias. Nombró dicho moho como penicillium notatum, y tras una investigación adicional descubrió que podría matar otras bacterias y administrarse a pequeños animales sin efectos nocivos. Una década más tarde, Howard Florey y Ernst Chain retomaron su trabajo y aislaron la sustancia destructora de bacterias que se encuentra en el moho: la penicilina. Los tres ganaron el Premio Nobel de medicina en 1945 “por el descubrimiento de la penicilina y su efecto curativo en diversas enfermedades infecciosas”
Cuando el ingeniero eléctrico John Hopps inventó el marcapasos trataba de realizar una investigación sobre la hipotermia e intentaba emplear el calentamiento por radiofrecuencia para restaurar la temperatura corporal. Durante el experimento, se dio cuenta de que si un corazón dejaba de latir debido al enfriamiento, podría iniciarse nuevamente mediante estimulación artificial. De ahí nació el marcapasos en 1951.
Aunque los plásticos iniciales se habían basado en material orgánico, el primer plástico totalmente sintético se inventó en 1907 cuando Leo Hendrik Baekeland creó accidentalmente la baquelita. Fue la primera sustancia plástica totalmente sintética. Baekeland combinó formaldehído con fenol, un producto de desecho de carbón, y sometió la mezcla al calor. En lugar de un material similar a la goma laca, había creado un polímero único, pues no se derretía bajo calor o estrés. El nuevo plástico termoestable se usó para todo, desde teléfonos hasta joyas y relojes y marcó el comienzo de una era de nuevos materiales sintéticos en la que seguimos viviendo hoy día.
El inventor norteamericano Charles Goodyear fue el responsable de la vulcanización del caucho no sin antes acabar endeudado hasta las cejas. Su obsesión con el caucho no tenía límites, por lo que no dudó en apostar todo el dinero que tenía -tanto él como su familia- para financiar experimentos con objeto de hacer del caucho un material más adecuado para uso industrial. Cinco años dedicó a esta empresa. Finalmente, cuando en 1839 arrojó accidentalmente caucho sobre una estufa caliente con azufre descubrió que el caucho no solo no se derritió sino todo lo contrario: se endureció. Goodyear patentó el caucho vulcanizado en 1844 y su compañía se convirtió en líder de la fabricación de caucho en ese momento. Por desgracia, perdió la mayor parte de su dinero en batallas legales contra las infracciones de patentes. La Compañía Goodyear Tire & Rubber fue nombrada en su honor.
Es a Roy Plunkett, químico que trabajó para la empresa DuPont a principios del siglo XX, a quien debemos agradecer la posibilidad de hacer una tortilla. ¿Cómo surgió el descubrimiento? Tras tropezarse accidentalmente con un químico no reactivo mientras experimentaba con refrigerantes. No tardó en patentar su invento que actualmente conocemos como teflón, el material que recubre las sartenes y que evita que los alimentos se peguen.
El químico e intelectual suizo Albert Hofmann fue quien sintentizó el LSD mientras estudiaba los alcaloides producidos por el cornezuelo del centeno. Examinando el ácido lisérgico, una potente sustancia química que se aisló por primera vez de un hongo que crece en el centeno, iban a usarse como productos farmacéuticos, y muchos de sus derivados todavía se usan en la actualidad. Fue en en 1943 cuando probó accidentalmente su creación. Se sintió inquieto y mareado; se fue a su casa a acostarse y “se hundió en una especie de borrachera que no era desagradable y que se caracterizaba por una actividad extrema de la imaginación“, según su propio diario.
“Mientras estaba acostado en una condición aturdida con los ojos cerrados (experimenté la luz del día como desagradablemente brillante), surgió sobre mí una corriente ininterrumpida de imágenes fantásticas de extraordinaria plasticidad y viveza, y acompañado de un intenso juego de colores como un caleidoscopio”, continuaban sus notas.
Abrumado por la curiosidad, se tomó la droga -esta vez intencionadamente- el 19 de abril de 1943 para descubrir sus efectos. Fue el primer experimento planeado con LSD, pero no el último.
Al igual que la fuente de la juventud, los humanos siempre han buscado ingredientes mágicos para aumentar la libido y mejorar la función sexual. Lo curioso es que la pastilla azul fue diseñada para utilizarse contra la hipertensión arterial y la angina de pecho. Sin embargo, para sorpresa de los científicos del Hospital de Morriston en Gales (Reino Unido), su efecto positivo no se dio en ninguno de estos campos pero sí provocaba un potente efecto en la erección del pene. Pfizer patentó Viagra en 1996 y fue aprobada para su uso en la disfunción eréctil por la FDA de los Estados Unidos en 1998.