No viví de manera consciente la última dictadura militar. Era muy chica, vivía en una ciudad pequeña, alejada de las grandes urbes y en mi familia no se hablaba del tema en voz alta.
Recuerdo haber escuchado conversaciones de personas mayores, que en voz baja hablaban del hijo o la hija de tal que estaban desaparecidos, de abuelos que se hacían cargo de la crianza de sus nietos porque no sabían dónde estaba la madre, de jóvenes que se habían ido a estudiar a grandes centros urbanos y no regresaban.
No sé si por miedo o por vergüenza pero de eso no se hablaba.
La palabra montoneros sólo se pronunciaba moviendo los labios y sin emitir sonidos. Costaba hablar de dictadura y si se podía evitar el tema mejor.
Los años fueron pasando y fue una película, La Historia Oficial, la que me abrió la cabeza, ya de adolescente. Uno empieza a atar cabos, a preguntar, a leer, a ver otras películas y descubre que había otra historia, una que por algún motivo costaba contar.
Sobrevolaba aquello de que “algo habrán hecho”, “a los que no hicimos nada no nos vinieron a buscar”.
Cuando la democracia se fue afianzando y se fueron conociendo las historias detrás de cada uno de los desaparecidos, la lucha de las madres y las abuelas de plaza de mayo trascendió las fronteras y todos nos animamos a hablar de ese pasado, seguramente comenzamos una etapa que aún no termina, que es la de cerrar heridas y decir “nunca más”.
Y no sólo que nunca más ocurran estas atrocidades, que nunca más el Estado de manera organizada y sistemática se convierta en un asesino al acecho, que utiliza su aparato para decidir entre gallos y media noche quien vive y quien muere, sino también que nunca más se oculte a los niños el presente o la historia, para que no se repitan.
En relación a este tema también hay una grieta entre los argentinos y es probable que jamás podamos ponernos de acuerdo, pero que eso no impida que los hechos sean conocidos, que las nuevas generaciones puedan tener su propia opinión basada en lo que conocen del tema y no como una “herencia” familiar, en la que como un mandato, hay que estar de un lado o del otro.
Que el día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, sea eso, para no olvidar, para no dejar que nos cuenten otra historia y para paguen todos los que tengan que pagar.