EL 2 de marzo se confirmó el primer caso de covid en el país y el 20 de marzo de 2020 comenzó a regir por decreto el aislamiento preventivo y obligatorio.
El parate que provocó la pandemia en muchas actividades comerciales e industriales obligó a subsidiar por parte de Estado el sostenimiento del empleo y el ingreso no sólo de trabajadores, sino de las propias empresas.
Entre las distintas formas de asistencia económica, el Estado Nacional creó los IFE y los ATP, congeló alquileres y tarifas, impidió despidos de trabajadores y estableció la doble indemnización.
Además se postergó el vencimiento de cuotas de préstamos de Ansés, y se reforzó la tarjeta Alimentar.
En el sector privado no fueron pocas las pymes que se reconvirtieron, produciendo insumos para atender la pandemia o productos de consumo masivo, que nada tenían que ver con su rubro. Pero además en muchas familias, se comenzó la elaboración de alimentos, artesanías, y la comercialización de productos varios, que le permitieron un ingreso económico, aunque mínimo, ingreso al fin.
Entre ellos están también los que en medio de la crisis, encontraron una oportunidad y los otros, que pasado el peor momento volvieron tímidamente a su rubro.
A un año del comienzo del aislamiento, ahora ya en una etapa de distanciamiento, se hace difícil imaginar cómo sería volver a las condiciones de marzo pasado.
Los especialistas sostienen que es inevitable la llegada de la segunda ola de contagios. Las bajas temperaturas, sumadas a la demora en el arribo de las vacunas y el relajamiento de la gente en la aplicación de las medidas y los protocolos, parecen ser la combinación de condiciones para inexorablemente estemos ante un nuevo pico.
En este contexto, con la realidad de este marzo, con el esfuerzo agotado, por lo menos desde el punto de vista de la economía y sin siquiera analizar otros aspectos, como el de los trabajadores de salud, ¿es posible volver a una fase de aislamiento? ¿Puede la economía bancarse otro parate como el que ya tuvimos debido al aislamiento casi total? Y si no, si la decisión es continuar con las actividades dentro de la nueva normalidad, ¿estamos preparados para aplicar los protocolos de manera que apelando a la responsabilidad individual, podamos hacerle frente a esta etapa de la pandemia?
La gran pregunta es si en este año aprendimos algo. Si no, todo el esfuerzo, el del Estado y sobre todo el individual, no tendrá sentido.