El coronavirus no sólo generó temor, pérdidas de seres queridos y aislamiento, sino que además arrastró a millones de argentinos al desempleo. Psicólogos analizan el impacto en la psiquis y en las emociones.
Sabemos que el coronavirus llegó de pronto, sin dar aviso previo y experimentamos cómo nos obligó a replantearnos todo: el trabajo, la pareja, la familia y hasta el modo de ver y valorar la vida. Por segundo año consecutivo, la oficina pasó a ser homeoffice, los compromisos laborales se entremezclaron con los quehaceres cotidianos como la crianza de los hijos, las tareas escolares, las compras, la limpieza del hogar, sumado a la escasez de entretenimiento y actividades recreativas, y la falta de tiempo individual.
A eso, se le sumó la crisis económica que provocó esta pandemia, acá y en el mundo. Muchos comercios debieron cerrar sus puertas después de décadas de esfuerzo y trayectoria debido a las restricciones y millones de personas perdieron su empleo. Más allá del impacto social, este estado generalizado, sin dudas, afectó la salud física y mental individual.
Los datos
Según el Indec, por el impacto de la cuarentena, en 2020, el desempleo creció: llegó al 11% y alcanzó a 2,1 millones de argentinos. Se trata del índice más alto desde 2004. Antes de la pandemia que nos cambió la manera de vivir, percibir y valorar la vida, la cifra había cerrado en 8,9%. A pesar de las prohibiciones de despidos, la doble indemnización obligatoria y la paulatina recuperación de la actividad económica hacia el final de 2020, la tasa de desempleo llegó a un pico debido a las medidas de aislamiento social y restricciones para frenar el avance del covid.
Con Bienestar dialogó con dos psicólogos para analizar cuál es el impacto del desempleo en la salud mental de jóvenes y adultos. La licenciada en Psicología Mariana Scioti (M.N. 24.397) y el licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades Claudio Mestre coincidieron en que son tiempos difíciles: “Cuerpos vulnerables, iguales, distintos, cuerpos afectados por el trabajo y la entrega, por la desocupación, el placer y el dolor. Nos tocó transitar un tiempo donde toda esa vulnerabilidad e incertidumbre que veníamos observando, analizando e interviniendo, se potenció de golpe. La relación del cuerpo con el trabajo varía según la edad y la situación social, que es heterogénea. Desde allí, podremos reflexionar sobre la fragilidad de nuestros cuerpos que se ve potenciada por la situación sanitaria”, sostuvieron.
Los profesionales, también profesores de la Facultad de Psicología de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), le explicaron a Con Bienestar que la representación social del trabajo adquiere una importancia mayor en el último siglo, en cuanto a que en ese ámbito se pone en juego la posibilidad de reconocimiento, y en tanto, “la satisfacción de una necesidad tan primaria como básica para la humanidad; tanto más básica que el amor: la del registro valorativo; la de ser mirados y reconocidos en esa necesidad”.
En nuestro siglo -explicaron los especialistas-, el trabajo adquiere envergadura, sobre todo en esta coyuntura, por su valor fundamental como salida de autonomía a partir de la emancipación familiar, versus cómo esta salida “deviene en precariedad”.
“Dependiendo del extracto social del que se provenga y el nivel de escolaridad alcanzado, el trabajo surge satisfaciendo variadas necesidades: desde el sustento de vida hasta la realización personal. Por eso mismo, la representación del trabajo estaba ligada a ciertas formas de estabilidad y certeza de una construcción cotidiana que, a lo largo del tiempo, fue variando. Así las cosas, en tiempos de pandemia donde uno de los conceptos más escuchados es el de la incertidumbre que esta genera y dependiendo de la franja etaria en la que hacemos foco, será el impacto que ella tiene”, dijeron.
En esa misma línea, los expertos añadieron: “En cuanto a la adultez activa dentro del campo laboral, la tolerancia a la frustración se ha visto desafiada frente a un virus que puso en jaque el tablero de lo instituido, acotando e incluso cercenando posibilidades en aquellos ámbitos que dependían exclusivamente de la presencialidad para desarrollarse”.
Con “A” de ansiedad y angustia
Ahora, ¿cuáles son las consecuencias de estas incertidumbres e inestabilidades en el campo de la salud mental y corporal? Los especialistas revelaron que vienen observando un aumento de distintos fenómenos como la ansiedad, la angustia, el distrés, entre otros trastornos. “Sobre esa base, hay presencia de insomnio, irritabilidad, labilidad afectiva y exacerbación de afecciones psicofísicas que encuentran en lo abrupto de la crisis una oportunidad para dispararse. Por otro lado, hay racionalización, distintos grados de desconexión afectiva, mecanismos de defensa que en su justa medida podemos decir que son funcionales, es decir, que nos preservan de distintas situaciones o afectos que de otra forma podríamos sentir como amenazantes y ahora se encuentran exacerbados por la situación de crisis, convirtiéndose en un problema”.
Para ellos, el espacio social es habitado hoy por “cuerpos atravesados por la tecnología”. Sobre eso, señalaron: “Frente a todo este panorama, sostenemos que los espacios de cuidado son muy necesarios. Nos encontramos desde hace años trabajando en el diseño y el sostén de este tipo de dispositivos y observamos lo beneficioso que resulta el tránsito por estos espacios, por un lado en formato grupal, ya que eso te permite reconocerte en otras/os. Hay que encontrar nuevas estrategias mientras intentás ayudar a otra persona a mirar desde distintos ángulos sus propias situaciones entrampantes. También se debe ubicar que otras personas pasan por situaciones parecidas a las tuyas mientras drenás el agotamiento al que te expone el ejercicio de tu labor o compartir las frustraciones y desamparos que genera la desocupación”.
Por otro lado, concluyeron que ayuda muchísimo el uso del humor, de herramientas lúdicas, socio y psicodramáticas que también pueden implementarse en el plano de lo virtual. “Aprender herramientas de autocuidado es muy importante en estos tiempos. Es muy rico el abanico que se puede ofrecer en este tipo de propuestas de trabajo”.