En las últimas horas, el dirigente socialista de 65 años había presentado una desmejora clínica, “con signos de inestabilidad”, en el marco de su cuadro crítico por el COVID-19.
En una de sus últimas actividades políticas de carácter público, había dirigido una sesión extraordinaria que se realizó en el recinto que, al igual que sucede con el Congreso Nacional, se llevó adelante bajo un esquema mixto entre legisladores allí presentes y otros conectados de forma virtual. Uno de los temas de debate de la última sesión, justamente había sido la situación epidemiológica de Santa Fe y se analizaron diferentes propuestas vinculadas al plan de vacunación contra el COVID-19.
Antes de eso, había encabezado una recorrida por diferentes partes de su provincia que comenzó con una visita a la ciudad de Las Parejas, ubicada en el departamento de Belgrano, a unos 98 kilómetros de Rosario.
Su última batalla política fue dentro de la interna de su propio partido socialista, el 18 de abril pasado, donde junto con Antonio Bonfatti llevó al triunfo local y nacional a sus candidatos, sobre otras dos listas del “partido de la Rosa”.
Iba a ser reelecto al frente de la cámara de diputados en días más, incluso admitía la posibilidad de encarar la candidatura a Senador Nacional en las legislativas de éste año.
Dirigente afable, ejecutor nato, de férrea voluntad y enorme paciencia, gobernó Santa Fe y terminó su mandato con altos índices de aceptación popular. Era la figura reconocida de la oposición, con serias chances de ocupar el cargo provincial que se propusiera, inclusive retornar a la Casa Gris, sueño que aspiraba a concretar en 2023.
Su partida obliga a rearmar el tablero político de las fuerzas santafesinas, análisis que seguramente habrá de realizarse tras superar la enorme estela de tristeza que deja la partida de Miguel Lifschitz.