Avanza la segunda ola de Covid-19, y, al mismo tiempo, se multiplican las fiestas clandestinas. Todos los fines de semana se ven noticias donde las fuerzas de seguridad desactivan eventos que llegan a reunir a cientos de personas, en tiempos donde las reuniones en espacios cerrados están limitadas a diez personas -y en algunos puntos del país, catalogados como zonas en alerta epidemiológica, están directamente prohibidas-.
Sin embargo, lo que sucedió en Córdoba cruzó un nuevo límite.
Entrada la madrugada del domingo, en el barrio Boulevares de Horizonte, una mujer, cansada de los fuertes ruidos de su vecino, decidió ir a pedirle que bajara la música. Allí, se encontró con una fiesta de la que participaban unas 30 personas.
Ante el llamado de la mujer, abrieron la puerta y, sin mediar palabra, comenzaron a golpearla.
“Una mujer me empujó y me golpeó en la cara y en el cuerpo. Yo me voy y llamo a la Policía. Me empezaron a romper el auto. Intento meterme dentro del vehículo, pero apareció un hombre, me pegó dos trompadas y me tiró al piso”, contó, en declaraciones a Cadena 3. Además, dijo que que también fue agredida por un tercer hombre, aparentemente, el dueño de la propiedad.
Los agentes desarticularon la fiesta, pero no hubo ningún detenido.
La víctima sufrió varias lesiones en su cuerpo, sobre todo en su rostro y cabeza. Contó que tiene dos puntos de sutura en el tabique nasal, el labio superior partido y un hematoma en la cabeza, entre otras heridas. Además, denunció que le patearon el auto y tiraron una piedra del lado del conductor: “Fue con la intención de matarme”.
Ahora, la víctima teme por su seguridad, ya que los agresores saben dónde vive, y pide que la fiscalía a cargo de la investigación le brinde protección.
“Son una manga de sádicos que no tenían ningún límite. Todos imputables, miserables, que no les importa nada de la vida del otro. Son unos sádicos que actúan en grupo, son cobardes”, afirmó.