La muerte del ex gobernador repentina, sorpresiva, que pone en evidencia nuestra vulnerabilidad ante el Covid, expone a través de cientos de testimonios y anécdotas, la vida personal y política de un hombre con valores. Y eso en el mundo de la política no es poco.
Sin dudas hay que ser un buen tipo, para despertar en la gente, todo lo que Miguel Lisfchitz ha generado. Hoy cuando la muerte pone blanco sobre negro, las características del hombre honesto, conciliador, muy afecto al trabajo, con valores, se impone a la figura del político, que lo ha hecho conocido en distintos ámbitos.
Y aquí es cuando se aplica esto de que generalizar es injusto. Mucho se habla de que “todos los políticos son iguales” y a juzgar por los testimonios de los que conocieron bien a Lifschitz, él fue un distinto.
Siendo en esta última etapa el referente más importante de la oposición a nivel provincial, el ex gobernador seguramente podría haber conseguido cualquier cargo que se propusiera.
Los que lo conocieron lo definen como un apasionado, hiperkinético, que trabajó sin descanso en el cargo que le tocó desempeñar. Tozudo, porfiado, emprendedor, incansable. Como ingeniero le puso su perfil profesional a las gestiones en las que estuvo al frente de la municipalidad de la ciudad de Rosario y de la provincia de Santa Fe, luego.
Un hombre que tenía 65 años , se desempeñaba como Diputado provincial, presidiendo además la Cámara Baja y con muchas posibilidades de continuar su carrera política en el cargo que se propusiera a nivel provincial como nacional.
Pero lo que más sorprende es el profundo respeto hacia la figura de Lifschitz, el hombre del apellido difícil. Desde las filas del Partido socialista, sus compañeros lo despiden como a alguien muy cercano, como perteneciente a su propia familia. Y lamentan la pérdida que significa para ese espacio político al tiempo que prometen seguir el camino que dejó marcado. Quienes integran el Frente Progresista y trabajaron junto al ingeniero, expresan su admiración por un hombre de un alto perfil político, pero con una capacidad de consenso y escucha que destacan.
Algunos incluso se atreven a definirlo como a un político diferente, alguien que será aún más valorado ahora, a partir de su ausencia.
Incluso quienes integran otros partidos políticos se sumaron a una campaña espontánea, que a través de las redes sociales intentaba llevarle fuerzas a él y su familia en la lucha por mantenerse con vida.
Entre las expresiones de cariño y los deseos de recuperación, párrafo aparte para los que se patentizaron con grandes pasacalles frente al sanatorio donde estaba internado en la ciudad de Rosario.
Por todo esto y a pesar de no haberlo conocido más que por hacerle unas cuántas entrevistas, me conmueve su muerte, me da pena que le haya tocado justo a él esta suerte, un hombre que cómo varios dijeron en sus redes, “por su honestidad, no se saltó ninguna fila para vacunarse”.
Siempre es triste despedir a una persona con proyectos, con la humildad del que se definía como el dueño de un destino común, pero que con trabajo, convicción y un poco de suerte logró algo importante.
Ahora caben varias reflexiones: en torno de la figura del político y del hombre que fue Miguel Lifschitz y del virus, que no perdona.
En relación a lo primero, una gran pérdida para la política de Santa Fe y del país, donde no abundan los “buenos tipos”. Alguien que deja un gran vacío en el mundo de la política y la gestión y a quien será muy difícil de reemplazar.
Y un legado más, que sin querer el ex gobernador deja a modo de reflexión: el virus no distingue, no perdona. Era una persona sana, vital, lleno de energías y proyectos como tantos otros, tal vez ignotos ciudadanos, que no pudieron sobreponerse al ataque del Covid. Por eso una vez más, la recomendación de tomar todos los cuidados para evitar el contagio y darle pelea al virus. Miguel Lifschitz no pudo y ya no está entre nosotros.