El especialista Pablo Richmond habló sobre sus ensayos realizados en producciones de maíz para silo, alfalfa y Raigrás anual, con grandes incrementos productivos a diferencia de los cuadros donde no se aplicó efluentes de tambo.
Los efluentes que se originan en los tambos están formados por un componente líquido (agua del lavado de instalaciones y corrales, orina, restos de leche, detergentes y otros productos utilizados) y un componente sólido (excretas). Su utilización como fertilizante orgánico en pastura demuestra beneficios sustanciales, en comparación con pasturas no tratadas.
Así lo afirmó el ingeniero agrónomo Pablo Richmond, profesional del INTA 9 de Julio. “Durante tres años comparamos las ventajas de aplicar efluentes en pasturas con cultivares donde no o hacíamos”, destacó.
En ese sentido, los ensayos estuvieron orientados a maíz para silo, raigrás anual y alfalfa. “Ya en el primer año de producción comenzamos a notar las diferencias en las propiedades del suelo y en el incremento de producción”, explicó.
En comparación con los cultivos no tratados, hubo incrementos productivos en maíz para silo de alrededor de 4% en el primer año de tratamiento. Pero además, en ese mismo período, el raigrás anual tratado rindió un 11% más que el testigo y la alfalfa un 40% arriba.
Aplicando al cultivo y al suelo
Según el especialista, durante las cuatro prácticas realizadas durante tres años y medio, se aplicó una lamina de 24 milímetros de efluente. “No solo estamos agregado nutrientes al cultivo, también introducimos materia orgánica al suelo”, indicó Richmond.
Además, sostuvo que con esta práctica se incorporan nutrientes que “forman parte de componentes orgánicos”. Por lo que buena parte de los nutrientes “requieren de una mineralización para estar disponibles” para las plantas. “Por esta situación siempre hablamos que los resultados se consiguen a largo plazo”, destacó el entrevistado.
Situación química del suelo
Claramente la utilización de enmiendas orgánicas mejora la situación química de los suelos tratados. “Cuando evaluamos la conductividad eléctrica, observamos un leve aumento de la salinidad al principio”, destacó el ingeniero.
En lo que respecta a carbono en el suelo, dijo que en los lotes tratados se pasó de 23,7 a 27,1 miligramos por gramo. Además, en lo que se refiere a nitrógeno total se pasó de 2,04 a 2,34 en las primera capas y de 1,38 a 1,65 en la capa de suelo que va desde 5 a 20 centímetros de profundidad.
“Logramos resultados muy interesantes. Pensemos que la gran cantidad de producción que se obtuvo produjo exportación de nutrientes. Sin embargo, así y todo, el suelo pudo mejorar su fertilidad”, dijo Richmond.
Por último, el investigador, dijo que esta práctica de incorporar los efluentes de tambo a los lotes, mejoró notablemente la compactación del suelo. “Notamos que la aplicación de efluentes de tambo mejoró la estructura física del suelo en los tres años y medio de trabajo. Además enriqueció notablemente la capacidad de infiltración”, concluyó.
Fuente: ABC Rural