Distintos estudios científicos demostraron que puede alterar los niveles de serotonina, la hormona de la felicidad.
Estudios científicos publicados en la revista Gastroenterología y Hepatología demostraron que hay muchas razones para cuidar la microbiota intestinal porque afecta el estado de ánimo de las personas. Según la Revisión Microbiota Intestinal y Salud, un desequilibrio en esta puede alterar nuestro humor porque las bacterias del sistema digestivo influyen en la síntesis de serotonina y casi un 90% de este neurotransmisor se produce en el intestino.
La serotonina (conocida como la hormona de la felicidad), es clave en la regulación del estado de ánimo y su carencia se asocia con síntomas depresivos; la microbiota intestinal puede estar implicada tanto en la reducción de sus niveles como en su producción.
Un artículo de Ted Dinan, de la University College Cork (Irlanda), publicado en la revista Neurogastroenterology & Motility, reveló que la depresión y la ansiedad están vinculados con una alteración en la composición de la microbiota intestinal. En tanto, otro estudio científico de la Universidad McMaster en Canadá corroboró lo anterior mediante distintas pruebas en ratones: al modificar su microbiota, estos pasaban a tener un comportamiento mucho más pasivo.
En tanto, otras investigaciones señalan que las variaciones en la composición de la microbiota intestinal tienen relación con el desarrollo de trastornos metabólicos, como la obesidad y la diabetes. A su vez, las bacterias intestinales influyen en la función del sistema inmunológico, ya que impide que las sustancias dañinas pasen al torrente sanguíneo.
Con Bienestar habló con Fabio Nachman (M.N. 96.066), jefe del servicio de Gastroenterología de la Fundación Favaloro y presidente de la Sociedad Argentina de Gastroenterología, que señaló que “el cerebro se comunica con el intestino y la microbiota a través del sistema simpático y parasimpático, y del eje hipotálamo-hipófisis adrenal que actúa sobre las neuronas, células productoras de hormonas, células inmunes y musculares que se encuentran en el intestino, relacionadas con cerca de 3 billones de bacterias que tenemos allí”.
En ese sentido, el especialista precisó: “El eje cerebro intestinal va a regular y controlar la función digestiva, fundamentalmente la motilidad, sensibilidad, secreción y permeabilidad, entre otras. Y a su vez, las bacterias del intestino van a contribuir al neurodesarrollo, a la neuroplasticidad y a las funciones cerebrales. La mayoría de los estudios que demuestran la existencia de esta vías fue realizado en modelos animales y muy pocos en humanos”.
En esa misma línea, Nachman profundizó: “Un trabajo publicado en 2013 por investigadores de la UCLA, encabezado por el investigador Emeran Meyer demostró que el consumo de yogurt con probióticos modificaba favorablemente la actividad de regiones cerebrales que controlan el procesamiento de las sensaciones y las emociones. En otro estudio, Phil Burnet, del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oxford, demostró que la utilización de prebióticos (fibra soluble que nutre a la microbiota), produjo una disminución en los niveles de cortisol, una disminución en los síntomas de ansiedad entre quienes consumieron el producto y mayor capacidad de tolerancia al estrés. Más recientemente en la Universidad de MacMaster en Ontario, el grupo que lideran Elena Verdu e Inés Pinto-Sanchez reveló que pacientes con intestino irritable que recibioeron un probiótico (Bifidobacterium longum) presentaron menores índices de ansiedad y depresión”.
Según el especialista, el desafío está en establecer si es posible, a través de la modificación de la microbiota con pre y probióticos, lograr una acción terapéutica en enfermedades tales como el autismo o en la prevención de enfermedades neurodegenerativas. “Los probióticos, junto a una alimentación equilibrada y a un estilo de vida saludable, refuerzan las defensas y nos protegen de enfermedades”, sostuvo.
En esa misma línea, señaló: “Nuestra primera línea de defensa son la barreras físicas: la piel, las mucosas del intestino, las respiratorias, o el tracto genito-urinario. Cuando esta barrera es vulnerada, disponemos de la segunda línea de defensas o respuesta innata, es decir, células que se activarán de forma automática para aislar o eliminar a cualquier intruso, simultáneamente. Los linfocitos T y B activarán mecanismos de destrucción específicos contra el agente infeccioso en particular. La capacidad de fabricar anticuerpos tiene memoria así que, si nos volvemos a infectar de ese mismo agente infeccioso, nuestro organismo será capaz de reaccionar más rápido. Para mantener la primera línea impenetrable frente a los agentes, es fundamental alimentarse bien, hacer deporte o evitar el alcohol o el tabaco”.
El rol de la buena alimentación
Según la Sociedad Internacional de Inmunonutrición (ISIN), una alimentación variada y equilibrada, rica en frutas y verduras, y que genere ácidos grasos de cadena corta en el intestino, disminuye la permeabilidad y ayuda al buen funcionamiento inmunitario. “La dieta mediterránea y todas aquellas que contengan prebióticos (fibras) generan una microbiota saludable y mejoran la respuesta inmunitaria”, sostuvieron. Por su parte, Gabriel Vinderola, doctor en Química e investigador principal del CONICET, le dijo a Con Bienestar que los probióticos están presentes en alimentos fermentados (pan, cerveza, vino, kéfir, yogur, kumis o queso) y que los prebióticos, pueden incorporarse, por ejemplo, a través de las legumbres y los frutos secos.
“Se recomienda el consumo de alimentos fermentados que provean microorganismos vivos. También hay alimentos que aportan microorganismos no viables, que también pueden tener un cierto impacto sobre la salud como el pan de masa madre, donde los microorganismos se inactivaron por calor, pero que están presentes en los metabolitos que los microorganismos produjeron en la fermentación”, explicó Vinderola.
El especialista agregó: “Los probióticos son una categoría especial de microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, producen efectos benéficos. Estos se encuentran especialmente en suplementos, en algunos yogures y en las fórmulas infantiles, es decir, cuando la lactancia materna no está disponible. Los prebióticos, por su parte, son alimentos para las bacterias residentes en el intestino. Los podemos incluir como suplementos y, naturalmente los podemos encontrar en alimentos como la cebolla, el ajo, legumbres, frutos secos y la banana cuando está madura”.
Por su parte, Nachman concluyó: “El 80% de nuestro sistema inmunitario está en el intestino: la microbiota intestinal nos puede ayudar a fortalecerlo y luchar frente a las infecciones más comunes. Sin embargo, puede desequilibrarse fácilmente y afectar nuestras defensas. “Los probióticos son microorganismos vivos que fueron previamente aislados y caracterizados. Se conoce su identidad, por lo tanto también su trazabilidad. Han demostrado ser seguros. Cuando llegan al intestino, cumplen funciones que habitualmente cumple la microbiota, entre las más importantes estimular la respuesta inmunológica. Vienen en dos formatos: en alimentos lacteofermentados o en suplementos”.
Fuente: TN/Con Bienestar