A pesar de los amplios impactos cognitivos del año pasado, los expertos son optimistas sobre las perspectivas de recuperación.
Nuestros cerebros son extremadamente plásticos y, por lo tanto, capaces de repararse. Incluso podemos ayudar a que el proceso de recuperación avance con ciertos ejercicios. En determinados momentos, reconocer esos atajos puede llevar por caminos equivocados. Sobre todo, en situaciones en las que no es fácil pararse a pensar. La pandemia representa uno de esos momentos críticos en los que el cerebro se resiente.
“Nos va a llevar algún tiempo recuperarnos de eso”, asegura Mike Yassa, director del Centro de Neurobiología del Aprendizaje y La Memoria de la University of California, Irvine (UCI). Es el deterioro mental sutil, pero frustrante, el que algunos expertos reportaron a lo largo de la pandemia. O, como se conoce al fenómeno: cerebro pandémico.
En las semanas y meses posteriores a la cuarentena inicial, las personas comenzaron a notar una repentina incapacidad para concentrarse, recordar cosas y seguir adelante con las tareas. “No sólo te pasa a vos”, tranquilizaban algunos especialistas, mientras los memes de “cerebro liso” arrasaron internet. Más recientemente, un artículo de alto perfil en la publicación El Atlántico investigó la “niebla del olvido” de finales de la pandemia y sugirió que nuestros agujeros de memoria circunstanciales eran una respuesta adaptativa a lo desconocido sin fin.
Yassa cree que la pandemia no fue simplemente un evento estresante. Significó una colección de muchos factores estresantes simultáneos, algunos de ellos potencialmente mortales, que se vieron agravados por interrupciones en la actividad física, ritmos diarios y rutinas, y se extendieron durante muchos meses. El neurobiólogo piensa que finalmente estamos “en la trayectoria hacia la recuperación”, aunque no sucederá instantáneamente: “No llegamos aquí de la noche a la mañana”.
Un callejón con salida
El coronavirus no se extinguió ni el nivel de vacunación al que llegó la humanidad es suficiente como para darlo por vencido. Dada la cantidad de información que tenemos, normalizamos términos científicos como variantes y tenemos miedo ante la invasión de las denominadas Delta, Lambda, Gamma o Beta. Una sucede a otra constantemente llegando a ser la predominante en pocas semanas, hasta que aparece otra en el mapa.
Barbara Sahakian, profesora de neuropsicología clínica en la Universidad de Cambridge, trabajó en colaboración con investigadores de la Universidad de Fudan para evaluar los efectos del aislamiento social y la soledad en el cerebro de las personas durante la pandemia. Ella dice que los impactos, a través de múltiples regiones del cerebro, son “profundos”.
“Hemos visto cambios en el volumen en las regiones temporal, frontal, occipital y subcortical del cerebro, la amígdala y el hipocampo en personas que están socialmente aisladas”, señala Sahakian. La pérdida de volumen en cualquiera o todas estas áreas podría ser gravemente perjudicial para los procesos en los que confiamos para comprometernos con otros y el mundo que nos rodea. Vale la pena recordar que varias personas tuvieron experiencias pandémicas muy distintas.
“La gente tiene resiliencia”, dice. “Pero habrá una parte de las personas que se ha visto muy afectada, que puede continuar mostrando esos (cambios cognitivos) en el futuro”.
A pesar de los amplios impactos cognitivos del año pasado, Sahakian y otros en su campo son optimistas sobre las perspectivas de recuperación. Al fin y al cabo, este es un momento de retorno. Todavía no llegamos, pero estamos en camino. Nuestros cerebros también irán en esa línea y finalmente, van a llegar a su recuperación.
Fuente: TN/Con Bienestar