Si bien el coeficiente intelectual es clave en el aprendizaje y creatividad de las personas, rasgos como la empatía, la imaginación y la curiosidad permiten adaptar el comportamiento para lograr metas en un entorno nuevo o cambiante.
A muchas personas. les cuesta romper con su estructura mental. Tienen una rutina de estudio, de trabajo y de vida que los lleva a apegarse a un plan original, sin mucha toma de decisión o capacidad resolutiva frente a eventos inesperados. La pandemia fue uno de ellos. Sacudió al mundo de un día para otro y nadie previó que un nuevo y desconocido virus llegaría para quedarse y plantearía nuevos desafíos de vida, en torno a lo personal y a lo profesional.
Si bien el coeficiente intelectual es clave en el aprendizaje y en la creatividad de las personas, rasgos como la empatía, la imaginación y la curiosidad permiten adaptar el comportamiento para lograr metas en un entorno nuevo o cambiante. Esos pertenecen al grupo de características de lo que los especialistas llaman “flexibilidad cognitiva”, es decir, quienes reconocen las fallas y utilizan estrategias para superarlas.
De acuerdo con los expertos, esta puede ser más beneficiosa que tener un coeficiente intelectual alto, ya que se asocia con una “mayor resistencia a los eventos negativos de la vida, así como con una mejor calidad de vida en las personas mayores”, explicó Barbara Jacquelyn Sahakian, profesora de neuropsicología clínica de la Universidad de Cambridge, en diálogo con la BBC.
En ese sentido, la especialista señaló: “La flexibilidad cognitiva tiene un fuerte vínculo con la capacidad de comprender las emociones, los pensamientos y las intenciones de los demás, y depende de una red de regiones cerebrales frontales y estriatales. Las regiones frontales están asociadas con procesos cognitivos superiores como la toma de decisiones y la resolución de problemas. En cambio, las regiones estriatales están vinculadas con la recompensa y la motivación”.
El licenciado Juan Ramón Aguilar (M.N. 5.279), cocoordinador del área de Neurociencias de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA), profesor y secretario académico de la Carrera de Psicopatología y Salud Mental del Instituto Universitario de Salud Mental IUSAM, le explicó a Con Bienestar de qué se trata la flexibilidad cognitiva y cuán beneficiosa es para alcanzar el éxito personal y profesional.
El especialista sostuvo: “El cociente intelectual fue desarrollado a principios del siglo XX en París por Binet, para tratar de objetivar mediante pruebas cognitivas a los alumnos que debían ir a una escuela especial de los que no. Hasta ese momento, el criterio era el juicio clínico. El cociente entre la edad cronológica y la edad mental (qué pruebas supera un individuo a determinada edad) es el CI. Un CI de 100 nos da una inteligencia promedio, que es la que tiene alrededor del 60% de la población. Cuanto más alto es el CI, más alta es la inteligencia, ya que supera pruebas más allá de lo esperado. Las personas con inteligencia muy superior -un CI mayor a 120- son alrededor del 3% de la población”.
No obstante, Aguilar aclaró que el tener un CI muy alto no es garantía de éxito en la vida. “Tenemos ejemplos de personas con una dotación normal y con muchos éxitos en distintos ámbitos ya que son capaces de sacarle al máximo el jugo a sus capacidades. Los mejores promedios de la carrera de Ingeniería no son regularmente los que luego se destacan y triunfan en su carrera. Hay individuos capaces de hacer una start-up compleja y exitosa que tienen serias dificultades comunicacionales y sociales”.
En ese sentido, añadió: “La plasticidad cerebral entendida como la capacidad que tenemos los mamíferos de producir cambios fisiológicos y en la arquitectura celular desde las etapas tempranas del desarrollo, comienza desde el nacimiento, y aun antes. Estas variaciones en los circuitos neuronales se desarrollan especialmente durante el primer año de vida y continúan a lo largo de toda la vida en mayor o menor grado. Con estas variaciones, se puede modificar el pensamiento, la conducta y los sentimientos futuros. La neuroplasticidad nos permite pensar al sistema nervioso central como un sistema flexible dentro de un patrón relativamente fijo. Las neurociencias estudian las modificaciones de los circuitos, el aumento de neuronas y su desaparición. La clave de una buena organización cerebral está en el desarrollo temprano y en el vínculo con cuidadores dedicados y atentos a las necesidades de su bebé. Estos adecuados cuidados maternos generan mayor capacidad neural para reducir el estrés en el cuerpo y en el cerebro. Menor cantidad de estrés facilita los aprendizajes, mejora la sensación de bienestar y aumenta las conductas de exploración y el juego”.
Aguilar explicó que la vida puede dar otras oportunidades, como puede ser tener buenos amigos, una pareja estable, un tratamiento psicológico, medicación psiquiátrica o una buena enfermera. “También nos podemos ayudar haciendo cosas nuevas: aprender un idioma, un deporte, actividades manuales, cosas que no hayamos hecho antes. Pero se darán cuenta del largo camino que hay que recorrer para aprender. Esta capacidad se puede mejorar, ajustar, expandir en alguna medida, pero entiendo que el entrenamiento o adiestramiento conductista es más para lograr habilidades en primates que en humanos. Puede ser mejor que un niño pequeño juegue y tenga posibilidades amplias lúdicas, que entrenarlo para el éxito futuro. Hay una ideología predominante en ciertos medios de difusión de que cuanto más temprano se estimulen las capacidades y se salteen etapas, más éxito se tendrá en la vida, pero no siempre es así”, concluyó.
Fuente: TN/Con Bienestar