Herme Juárez, que manejó durante 50 años el gremio portuario y la cooperativa de estibadores, quiere volver después de haber estado preso, pero la disputa es feroz
Muy pocos se animaron esa tarde a probar, a orillas del río Paraná, las huevas de esturión del mar Caspio, que quedaron casi intactas cuando finalizó la celebración que encabezó Juárez, “Vino Caliente”, para recibir al entonces jefe de Gabinete Jorge Capitanich. Fue en mayo de 2014. Con “Coqui” inauguraron un centro de contratación de estibadores y acordaron la construcción de 130 viviendas para los trabajadores.
En ese momento, Juárez podía darse esos lujos de magnate. Este hombre, que parece salido de un film de Martin Scorcese, llevaba ya 50 años como líder del Sindicato Unidos Portuarios Argentinos (SUPA) y la Cooperativa de Estibadores. Movía inversiones financieras por el mundo y había consolidado un poder supremo: tenía el monopolio de un negocio millonario, que llegó a ofrecer una rentabilidad de más de 100 millones de dólares, según calculó un dirigente que era del entorno de Juárez, con la carga de los barcos que exportan soja. Su fuerza estuvo siempre anclada en una amenaza: paralizar los puertos. Bloquear la exportación de granos.