Es el fin de una era.
Después de 16 años con Angela Merkel al frente, los votantes de Alemania elegirán este domingo a su sucesor o sucesora en unas elecciones generales que los sondeos pronostican de lo más reñidas.
La canciller, como se conoce al jefe del gobierno en Alemania, supone un raro ejemplo de duración al frente de un país en una época en la que la inestabilidad ha marcado la política mundial.
Ningún líder europeo ha estado más tiempo al frente del gobierno y ninguno ha sorteado tantas crisis como ella, hasta el punto de que se ha convertido en una de las figuras más reconocibles de la escena global.
Sus admiradores valoran su serenidad y pragmatismo ante los grandes desafíos y haber sabido mantener la voz de la sensatez en un mundo caracterizado por la polarización y los liderazgos estridentes.
1. El día que “mató al padre”, el poderoso Helmut Kohl
En el año 1999, Merkel era una joven dirigente política de segunda fila en la Unión Cristiano Demócrata (CDU, por sus siglas en alemán).
La conservadora CDU vivía horas bajas después de haber perdido las elecciones el año anterior y el excanciller Hemut Kohl se veía salpicado por un escándalo de financiación irregular del partido.
Kohl lo era todo en la política alemana. Había sido el artífice de la unificación tras la caída del Muro de Berlín y una especie de mentor para Merkel, a la que había designado ministra de Mujer y Juventud primero, y Medio Ambiente y Seguridad Nuclear después.
Cuando pocos contaban con ella, Merkel dio un paso inesperado contra Kohl. Publicó en el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) una tribuna en la que aseguraba que le “había hecho daño al partido” y pedía su relevo.
Matt Ovortrup, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Coventry, Inglaterra, y autor de una biografía de Merkel, le dijo a BBC Mundo que la hoy canciller “se dio cuenta entonces de que la estrella de Kohl declinaba y tuvo que cometer una especie de parricidio político para impulsar su carrera”.
“Fue un puro movimiento político muy bien ejecutado”, señala Qvortrup.
Aunque le granjeó no pocas enemistades dentro de sus propias filas, Merkel fue poco tiempo después elegida secretaria general de la CDU, a la que en 2005 logró devolver al poder, esta vez con ella de canciller, la primera mujer en el cargo.
2. Misión: salvar el euro
En 2010 los efectos en Europa de la gran crisis financiera global pusieron en peligro la supervivencia del euro, la moneda compartida por 19 estados de la Unión Europea.
Los problemas de solvencia de Grecia obligaron a sucesivos paquetes de rescate internacional a este país, en medio de duras negociaciones, pánico en los mercados y dudas sobre la viabilidad de la moneda europea.
Merkel tuvo que lidiar con los sectores de su país que exigían recortes y sacrificios a los griegos y otros estados de la Europa mediterránea, y con el gobierno izquierdista de Alexis Tsipras en Atenas, que llegó al poder con la promesa de acabar con la austeridad impulsada desde Berlín y otras capitales del norte.
Qvortrup indica que “el ministro de Finanzas, Wolfgang Schauble, quería sacar a Grecia del euro y ella no, por lo que de alguna manera merece que se le reconozca haber salvado la permanencia de Grecia en la eurozona”.
Para Franco Delle Donne, analista político argentino afincado en Alemania, aquella época de tensas negociaciones en Bruselas permitió a la canciller desplegar el llamado “método Merkel”, consistente en “forjar consensos a través del pragmatismo”.
El euro finalmente se salvó, aunque muchos aseguraron entonces y lo siguen haciendo ahora que la política de austeridad impulsada fue contraproducente y causó un gran daño a las sociedades del sur de Europa.
“Esa política pudo manejarse mejor”, reconoce Qvortrup. De hecho, cuando la Unión Europea tuvo que decidir su respuesta a la pandemia de coronavirus en la primavera de 2020, Alemania aceptó una inyección masiva de fondos para los países más golpeados e incluso la emisión de deuda común europea, durante años un anatema para Berlín.
Para Delle Donne, es un ejemplo de que “Merkel es una mujer pragmática que no tiene inconveniente en cambiar de opinión para solucionar los problemas”.
3. “Lo lograremos”: un lema frente a la marea migratoria
Cuando en 2015 Europa vivió una crisis migratoria por la llegada masiva de migrantes, en su mayoría sirios que huían de la guerra en su país, otros estados europeos optaron por cerrar sus fronteras.
A contracorriente, Merkel decidió mantener abiertas las alemanas y lanzó a su país un mensaje que se convertiría casi en un lema: “Wir schaffen das” (“Lo lograremos”).
Se refería a la capacidad de Alemania para recibir e integrar a alrededor de un millón y medio de migrantes.
Aquello supuso una rectificación. Pocos meses antes, la audiencia había visto por televisión cómo una niña palestina rompía a llorar en un encuentro de escolares con la canciller. La joven expresó su temor a tener que abandonar el país y una impasible Merkel insistió en la importancia de respetar las normas migratorias.
Sus biógrafos insisten en que Merkel ha tenido siempre un olfato especial para detectar las preferencias del electorado y aquel episodio la hizo parecer como una dirigente fría e insensible.
Sin embargo, el giro promigración de Merkel le hizo blanco de las críticas de los sectores más reacios a la acogida y se produjo un auge de la ultraderecha xenófoba.
Para Qvortrop, “el problema es que subestimó el impacto político. Mucha gente, sobre todo en Alemania del Este, se enojó, porque pensaban que Alemania no podía recibir a todos esos migrantes”.
En las elecciones de 2017, la CDU de Merkel perdió un 8,7% de sus votos, aunque logró formar una nueva coalición de gobierno con ella al frente.
Qvortrop asegura que “toda esa gente que llegó se ha integrado y tiene un impacto positivo en la economía alemana”.
Sin embargo, el aumento de la xenofobia se tradujo en 2017 en la llegada de la ultraderecha al Parlamento, un hito en un país que parecía haber superado los fantasmas de su pasado nazi.
Merkel fue siempre inflexible con los extremistas, con los que se negó a cualquier pacto.
4. “Sola” frente a Trump
Las diferencias entre Merkel y Donald Trump, expresidente de Estados Unidos, se hicieron patentes más de una vez.
Quizá el episodio más recordado fue el de la cumbre del G7 de 2018, en la que Trump se negó a suscribir el comunicado final y una fotografía lo captó en actitud defensiva frente a Merkel y otros líderes mundiales. También se comentó mucho el encuentro entre ambos en el que él ignoró la propuesta de estrecharle la mano ante los fotógrafos.
Merkel es doctora en Física y se le atribuye haber basado sus políticas en la evidencia disponible, mientras Trump cuestionó en muchas ocasiones el conocimiento científico, como cuando pronosticó que el coronavirus “desaparecería” o cuando decidió retirar a su país del acuerdo de París para frenar el cambio climático.
Franco Delle Donne recuerda que “Merkel siempre ha huido de la polarización” que representaba una figura como la de Trump.
“Merkel veía a Trump con desprecio”, coincide Qvortrup. “Sabía que iba a ser la portadora de la bandera del internacionalismo liberal mientras él estuviera en el poder en Estados Unidos”, añade.
Según contó en un libro Ben Rhodes, el que fuera asesor de Barack Obama, Merkel le confió al entonces presidente estadounidense en su último encuentro que la inminente llegada de Trump a la Casa Blanca la había animado a presentarse a la reelección para canciller en 2017.
Según Rhodes, Obama dijo entonces: “Ahora está totalmente sola”.
¿Consiguió Merkel su propósito de mantener en pie el orden internacional? “Aún hay un acuerdo sobre el clima y algunas otras cosas que Trump no logró destruir”, responde Qvortrup.
América Latina aplaude a Merkel, pero espera que el próximo gobierno alemán brinde más atención a la región. Analistas plantean la necesidad de que Alemania y la Unión Europa hagan contrapeso a la presencia de China.
Se acerca el fin de la era de Angela Merkel. Y también en América Latina eso genera interés. Entre otras cosas, porque Alemania es la economía más fuerte de Europa y tiene el mayor peso dentro de laUnión Europea, contraparte de varios acuerdos y negociaciones con la región. Y porque Angela Merkel deja la jefatura del gobierno, no por imposición constitucional, sino por voluntad propia. Algo que contrasta con aquellos gobernantes que se aferran al poder. “Cuando un político serio, como Merkel, ve que cambia el sentir en la sociedad, o que ya vive el desgaste del poder, da un paso al costado. Todo lo contrario de lo que hace un caudillo”, señaló en un tuit de El Mercurio la analista chilena de política internacional Karin Ebensperger.
Gerardo Caetano, historiador y politólogo de la Universidad de la República, de Uruguay, no duda en calificarla como una figura excepcional: “Yo creo que la gestión deMerkel ha superado todas las expectativas. Ha trascendido de alguna manera sus orígenes ideológicos, y eso ha hecho que, hoy por hoy, tal vez sea una de las principales estadistas a nivel mundial. No creo exagerar con eso”