La ingesta de alimentos estuvo condicionada no solo por el precio, regulado por la oferta y la demanda, sino también por los cambios de hábito de los argentinos.
“Con el encierro que se produjo durante los primeros meses de la cuarentena se dio un boom en el consumo de frutas y hortalizas y el mercado explotó: por ejemplo con la venta de papa y naranja”, afirmó el consultor frutihortícola Mariano Winograd.
Según el especialista, cada alimento tiene su valor según distintos factores, como la oferta y la demanda, la estacionalidad de los productos, el poder de compra de los consumidores, sus preferencias, entre otros.
Antes de la llegada del coronavirus al país, en la normalidad previa a la pandemia, el consumidor compraba alimentos durante el horario del almuerzo como sándwiches, ensaladas o menú del día, etc, pero al estar en su casa tenía la posibilidad de cocinar: puré, papas fritas, guisos, entre otros.
“Esto produjo un enorme consumo de papa, de naranja y de diversas hortalizas, pero este año sucedió todo lo contrario: la gente salió a trabajar, pero el Gobierno no pudo sostener los ingresos, y el poder adquisitivo real de los salarios son inferiores a los de 2020. Por ese motivo las hortalizas valen lo mismo que el año pasado pese al 50% de inflación”.
Y ejemplificó: “Semanas atrás, la papa marcó una tendencia alcista debido a que hubo lluvias en zonas típicas de producción como Balcarce durante cuatro días seguidos, también porque hizo más frío en el país y se consumió más, o porque llegaron las fiestas judías y las familias se juntaron a festejar, además de otras de razones sociales y económicas”.
En ese sentido, a pesar de que el vegetal subió su precio durante este mes, Winograd destacó que la papa está más barata que el año pasado. “La suba de precios no se debe a la conspiración de los productores frutihortícolas: el problema de la inflación se debe al Gobierno que es el único responsable que emite moneda y genera que el dinero valga menos: los productos no valen cada vez más, el peso puede comprar cada vez menos”, explicó el ingeniero agrónomo.
Pero, ¿por qué la papa no subió como si lo hicieron otros alimentos? “El año pasado hubo un gran consumo ya que la gente estaba encerrada en su casa y con el dinero que dejó de gastar en salidas, transporte, turismo y restaurantes, tenía más poder adquisitivo para comprar alimentos y cocinar en su casa”, destacó el impulsor de “5 al día”, una asociación sin fines de lucro cuyo fin consiste en fomentar el consumo diario de frutas y hortalizas frescas.
Cambios culturales en la alimentación
A través del tiempo, los procesos de cambios alimentarios son permanentes: algunos años se aceleran y otros se ralentizan, pero la modificación es constante. “Mientras hasta 1980 los argentinos comían 90 kilos de carne vacuna per cápita por año y no se consumía ni ave, ni cerdo, ni pescado, hoy comemos más pollo y cerdo que carne roja”, detalló el consultor.
Y agregó que, en 1984, cuando se inauguró el Mercado Central, se consumían alrededor de 180 kilos de frutas y hortalizas por habitante al año, que es la ingesta recomendado por la Organización Mundial de la Salud. “Hoy comemos la mitad”, alertó.
Fuente: TN/Campo