En la cuarta jornada del juicio contra el israelí, declararon sus amigos y vecinos
En la cuarta jornada del juicio contra Gil Pereg (40) -acusado de asesinar brutalmente a su madre, Pyrhia Sauroussy (63), y a su tía, Lily Pereg (54) en diciembre 2019 en Guaymallén- fue el turno para que los integrantes del jurado popular escucharan a los amigos y vecinos de israelí, que lo catalogaron como “loco”, “raro, bizarro” e “indigente”.
Las dos frases más llamativas que se escucharon en la sala fueron una de Nancy Herrera –administradora del cementerio de Guaymallén, ubicado frente a la casa de Pereg- y otra de Guillermo Ferreyra –un arquitecto del Colegio de Arquitectos de Mendoza que conoció a Pereg cuando presentó una denuncia contra “el arquitecto Pérez que lo estafó con 300.000 dólares”.
La mujer dijo que en un momento llegó a pensar que Pereg era una suerte de agente secreto internacional. “¿Será un espía?… Y yo pensaba que era un indigente”, confesó ante el tribunal popular que lo juzga y que tomó con humor la idea de la testigo.
En tanto que el “señor Willy” -como Pereg llamaba a Ferreyra- opinó que luego ser estafado por el arquitecto Pérez, “estaba preocupado porque tenía que rendirle cuentas a su madre y lo habían estafado”, ya que las grandes sumas de dinero que manejaba el israelí se las daba su mamá.
Ambos testigos habían conocido al acusado muchos años antes de que su madre y su tía fueran asesinadas.
La mujer, por ser vecina. Pereg iba a lavarse la cara y tomar agua al cementerio y así se conocieron. “Conmigo no era huraño; pensé que era indigente. Me dijo que se ponía cemento (en las rastas) y pensé que era una costumbre de su país”, declaró.
Un día, Pereg le mostró que un sereno (al que ella nunca vio), le había quemado unas computadoras “de alta complejidad” y luego, cuando salió de la casa, vio que había dos sujetos extraños en “un auto de alta complejidad” a los que Pereg se los presentó como sus socios. Eso la dejó cavilando en la idea de que fuera un espía.