La disminución de la libido puede deberse a factores físicos, emocionales o psicológicos. Dos especialistas explican las posibles causas de este fenómeno.
El sexo es parte de la vida, es algo natural de todas las especies. No obstante, no siempre existen las ganas o el deseo. Los famosos “ciclos” son ciertos y en estos juegan varios factores: los propios y los externos. Pero ¿cuándo esa falta de ganas puede esconder algún trastorno físico, emocional o psicológico? ¿Cuándo deja de ser una racha y pasa a ser algo preocupante?
Alejandro Schujman (M.N. 13.486), psicólogo, escritor, conferencista y especialista en familias y orientación a padres, le explicó a Con Bienestar que el deseo sexual de una persona es directamente proporcional al nivel de bienestar psíquico. “La principal causa de descenso de la libido (deseo sexual) en un hombre o una mujer es el estrés, es decir, cuando las personas tienen altísimos grados de demandas del entorno y de su mundo anímico. En esos casos el deseo sexual disminuye notoriamente ya que el grado de dispersión, ansiedad, angustia y los distintos trastornos emocionales y orgánicos que genera el estrés atentan directamente contra la posibilidad de desear un encuentro íntimo”, explicó.
Para el especialista, el descenso de la libido puede ser también síntoma de una depresión incipiente y de un cuadro de tristeza agudo. “La gestación y el nacimiento también suelen ser en una pareja una de las causas de la poca intimidad”, añadió.
En ese sentido, Schujman explicó: “Históricamente los varones tenían más disociado el deseo sexual, habiendo además un mandato de que, estuvieran como estuvieran, tenían que estar siempre listos. Las mujeres, de manera mucho más saludable, tenían ligado el deseo sexual al bienestar general. En los últimos años, con las modificaciones culturales, afortunadamente eso se ha nivelado”.
Para él, el deseo sexual “no se genera desde la ansiedad, los acuerdos o a partir de la necesidad de una de las partes”. “No se trata de empatía ni de forzar. No hay peor remedio para la ausencia de deseo que generar encuentros forzados que lo único que provocan es ligar situaciones placenteras a momentos de presión. La estrategia es reerotizar momentos, vínculos y tratar (desde lo individual y desde la pareja) de gestionar la reparación de aquello que se ha dañado y que genera ese descenso de la libido”, precisó.
No obstante, aclaró que hay signos a los que se les debe prestar atención: “En las personas con trastornos de ansiedad suele haber un marcado descenso del deseo sexual. Cuando eso se prolonga, sin causa aparente, hay que descartar algún factor orgánico como cuestiones hormonales, disfunciones, etcétera”, advirtió.
Por su parte, la sexóloga Viviana Wapñarsky (M.N. 24.433) explicó que el deseo sexual puede disminuir o modificarse por dos motivos: “Primero, lo relacionado con lo vincular (relación de pareja) y segundo, por cuestiones individuales. El primer punto tiene que ver con si me sigue gustando la otra persona o con cosas no resueltas que uno no puede decir (como enojos, secretos, rencores, etcétera) y que las transfiere al cuerpo o a la sexualidad. El segundo tiene que ver con los factores personales que pueden ser físicos (como algún bajón de hormonas, enfermedades preexistentes, etcétera)”.
Sin embargo, aclaró que también existen factores psicológicos que pueden repercutir directamente en el deseo sexual de las personas: “Cómo me siento conmigo mismo/a. Si me siento atractiva/o, si estoy conforme con mi cuerpo, si me gusta lo que está pasando, si estoy conectada/o con mi cuerpo y mi propio placer, y si me puedo permitir momentos de placer. Todo lo personal puede incidir en el deseo y repercutir en la sexualidad, que es un termómetro de cómo nos estamos sintiendo con nosotros mismos. También influyen todos los mitos y creencias que tenemos acerca de la sexualidad”, concluyó.
Fuente: TN/Con Bienestar