Una investigación en ecosistemas patagónicos halló que estas partículas amarillas aceleran la descomposición de la hojarasca del suelo, un proceso clave en los ciclos de los nutrientes y las redes tróficas.
En la Patagonia argentina, las forestaciones con especies exóticas ocupan superficies extensas. Se sabe que cada año, las plantaciones de pinos no nativos liberan grandes cantidades de polen, pero poco se conoce sobre los diversos efectos que pueden tener sobre los ecosistemas de la región. Por eso, un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) en Villa Meliquina, provincia de Neuquén, cuantificó el polen que liberan las plantaciones de pino de la zona y analizó cómo afecta a la descomposición, un proceso clave para el funcionamiento de los ecosistemas.
El trabajo encontró que los casi 300 kg/ha de polen de pino que caen al suelo cada año en los meses de noviembre y diciembre aumentan la velocidad a la que se descompone la hojarasca de diferentes árboles, sobre todo de los nativos.
«Mientras trabajaba en otras investigaciones en la Patagonia, observé que caía mucho polen de pino sobre los experimentos que realizábamos en el suelo. Incluso, los habitantes de la zona nos decían que, en ciertos momentos del año, todas las mañanas debían quitar el polen de los parabrisas de sus autos. Como sabíamos que el polen tiene una concentración alta de nutrientes como fósforo, nitrógeno y potasio, entonces quisimos estudiar qué efectos provocaba sobre el funcionamiento de los ecosistemas al caer en semejantes cantidades y en momentos puntuales del año», contó Luis Pérez, docente de la cátedra de Ecología de la FAUBA.
El foco de la investigación estuvo puesto en la descomposición, un proceso fundamental para los ciclos de los nutrientes. En particular, se analizó qué sucedía con la actividad de los microorganismos descomponedores del suelo al agregarles polen. «¿Degradarían más rápido la hojarasca que cae al suelo?», se preguntó Pérez, y agregó que teniendo en cuenta que el polen se mueve fácilmente con el viento, estudió el fenómeno en una forestación y en un ecosistema nativo vecino. Luis realizó este trabajo junto con Lucía Vivanco, también docente de Ecología, y con Sofía Arlt, egresada de la Licenciatura en Ciencias Ambientales (FAUBA).
Pérez determinó que en un mes podían caer hasta 300 kg/ha de polen, tanto dentro de las plantaciones como en los ecosistemas vecinos, y en base a ese valor llevaron adelante los experimentos de descomposición. «Le agregamos polen a las hojarascas de pino y de ñire, el árbol nativo que domina los ecosistemas vecinos a las plantaciones, y registramos cómo se reducía su biomasa. Observamos que el polen aumentó la velocidad a la que se descompusieron las dos hojarascas. La de ñire duplicó su velocidad de descomposición y fue casi dos veces más rápida que la del pino», destacó.
Según el investigador, este resultado se explica por el incremento de la actividad de los microorganismos descomponedores del suelo. «Vimos que al agregar polen los microorganismos respiraron mucho más, aumentaron su biomasa y produjeron más proteínas que usan para degradar la hojarasca. El polen estaría funcionando como ‘estímulo’ para los microorganismos del suelo«, expresó.
Lluvia de polen, cascada trófica
Luis Pérez, quien también es investigador del instituto IFEVA (FAUBA-CONICET), comentó que cuando el polen cae al suelo le aporta mucho fósforo al suelo, y que, por lo tanto, la actividad biológica se acelera porque los microorganismos lo comienzan a usar. «Es posible que el aumento de la biomasa de microorganismos produzca un efecto en cascada a lo largo de las redes tróficas del suelo. Hay muchos animales en el suelo que se alimentan de los descomponedores y de los granos de polen», relató Pérez.
Asimismo, el grupo de trabajo que integra Pérez realizó otros experimentos con hongos aislados de suelo del ecosistema patagónico que estudia. «Los hicimos crecer en el laboratorio, les agregamos polen y vimos que su biomasa aumentó. Como sabemos que algunos hongos se asocian a las raíces de las plantas y estimulan su crecimiento, pensamos que las deposiciones de polen podrían tener impactos importantes sobre la invasión de pinos en los ecosistemas de la zona. Cuando el polen cae al suelo, le ‘da de comer’ a los hongos que podrían ayudar a las plantas pequeñas de pino. Quizás los árboles adultos les facilitan el camino«, señaló.
Para finalizar, Pérez destacó que es importante conocer los efectos del polen sobre los ecosistemas, sobre todo en un contexto de cambio global. «En el 2021, el Dr. William Anderegg y colaboradores realizaron un trabajo en el hemisferio norte, en el que abordaron la relación entre el cambio climático y la liberación de polen. Este grupo encontró que en los últimos años comenzó a liberarse antes y en mayores cantidades. Esta es una demostración de que aún quedan muchas aristas para seguir investigando», comentó.
Fuente: FAUBA