Miguel Georgalos lo creó inspirado en el postre halvá, que había conocido en Medio Oriente. A partir del Mantecol construyó su empresa pero las deudas lo llevaron a tomar una difícil decisión.
“Parece una manteca”, le dijo una vecina tras probarlo. Hace poco había empezado a vender en el barrio su nueva creación envuelta en papel metalizado y celofán. Al morderlo instantáneamente se deshacía y dejaba un rastro salado en el paladar, aunque se trataba de un postre. Pero a Miguel Georgalos esas palabras de aquella vecina le habían quedado marcadas y decidió tomarlas como inspiración para bautizar a su golosina. El Mantecol hoy es un clásico de los kioscos y las fiestas que se expandió a otros países y conquistó incluso Canadá.
Georgalos había nacido en Grecia, aunque conocía de cerca la cultura de Medio Oriente por el trabajo de su padre. De buen paladar y ávido de probar cosas nuevas, ahí se había fanatizado con un postre de pasta de sésamo llamado halvá. Vivió en varias partes del mundo hasta que recaló en Polonia, donde desarrolló sus conocimientos como pastelero en el rubro gastronómico.
Pero el panorama político y social en Europa no era alentador. En 1939, poco antes de que las tropas alemanas avanzaran sobre territorio polaco, Georgalos emprendió viaje rumbo a la Argentina en búsqueda de una vida más tranquila. Ya arribado a Buenos Aires se instaló en Flores y trabajó en el puerto. Mientras tanto, en su tiempo libre, se daba sus gustos con la cocina.
LA CREACIÓN DEL MANTECOL
Recorrió, caminó y buscó por doquier. Pero el ingrediente clave no aparecía por ningún lado. Georgalos quería recrear el halvá para mostrarles a todos este exquisito postre, sin embargo no conseguía pasta de sésamo. Entonces entró en juego su creatividad. Recordaba haber visto algo que le llamó la atención: los vendedores de garrapiñada. Investigó sobre este producto y decidió reemplazar al sésamo con el maní.
El Mantecol rápidamente conquistó los paladares de sus vecinos por lo que el proyecto casero se convirtió en una empresa en 1940. Montó una fábrica en el barrio y llamó a sus cuatro hermanos para que formaran parte del negocio. Junto a ellos conformó Georgalos Hermanos para comercializar oficialmente su postre.
VENTA A CADBURY
La marca posicionó al maní como insumo y dio lugar a múltiples creaciones similares. Pero a pesar de las diversas interpretaciones la creación de Georgalos contaba con un 90% del mercado dentro del segmento. El legado luego pasó al hijo de Miguel, Iani, quien tomó las tiendas en 1992.
No obstante, el ‘efecto Tequila’ de 1995 provocó un terremoto en las finanzas de la compañía. De pronto la deuda que habían tomado se volvió más pesada y no tuvieron más remedio que vender su buque insignia. En 2001, Georgalos le vendió Mantecol a Cadbury Stani, filial argentina de Cadbury Schweppes, por u$s 22 millones.
La firma inglesa luego se fusionó con Kraft en 2010 y dos años más tarde pasó a llamarse Mondelez, que hoy continúa como dueño de la marca.
VERSIONES Y CUÁNTO CUESTA EN EE.UU.
Si bien es un invento argentino, el Mantecol logró expandirse hacia otros mercados. Primero conquistó la región con presencia en Chile y Uruguay, pero su popularidad también llegó a Canadá. Incluso en los Estados Unidos hoy se puede conseguir en varios supermercados por u$s 3,99.
Con el tiempo también hubo lugar para la innovación tanto en tamaño como en sabor. Actualmente se puede conseguir en su versión de 111 gramos o de 253 gramos típica de las mesas navideñas, en formato bocadito de 25 gramos o también para los más fanáticos hay una opción de 3,3 kilos. Asimismo, más allá del original existen Mantecol bañados en chocolate, marmolados y con maní y extensiones como helado y alfajor.