Se trata del cuerpo momificado de una niña, un niño y una adolescente, en perfecto estado de conservación que hoy son exhibidos de manera alternada y bajo condiciones de temperatura y humedad controladas en el Museo de Alta Montaña de la ciudad de Salta.
El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) declaró “Sitio Sagrado” al volcán Llullaillaco, en la Cordillera de los Andes en la provincia Salta, donde en 1999 fueron hallados los cuerpos congelados de dos niños y una adolescente de más de 500 años de antiguedad que se presume fueron sacrificados por los incas. El hallazgo constituyó un evento de alto impacto en la comunidad científica internacional que originó y terminó por confirmar varias teorías sobre el desarrollo del imperio inca y sus costumbres. Además, los restos momificados de las dos niñas y el niño fueron calificados como los de mejor estado de conservación entre los hallazgos de este tipo en todo el mundo.
Este hallazgo también originó un movimiento científico sin precedentes en la provincia de Salta, en procura de establecer y replicar las condiciones naturales que permitieron evitar los procesos de descomposición. Es así que tras ser descubiertos los restos arqueológicos, el exgobernador Juan Carlos Romero hizo construir con tecnología de punta a través del Invap (Investigadas Aplicadas), un organismo dependiente del Instituto Balseiro, tres cápsulas especiales que replicaron las condiciones de presión y temperatura que permitieron conservar los restos en perfectas condiciones hasta el día de hoy.
Posteriormente, los Niños del Llullaillaco, así denominados por las propias comunidades originarias que evitaron usar la palabra momias, fueron colocados en el actual Museo de Alta Montaña (MAM), lugar que fue especialmente construido para preservar el legado de la cultura milenaria de los Incas a través de los tres niños, junto con el ajuar encontrado. Allí se preservan en óptimas condiciones, lejos del peligro de los “huaqueros” (ladrones de tesoros arqueológicos) y del vandalismo negligente.
La resolución del INAI se fundamenta en que “numerosas comunidades y organizaciones indígenas han solicitado la declaración de Sitio Sagrado a los enterratorios ubicados en el volcán Llullaillaco y la restitución de “La Niña del Rayo’, “La “Doncella’ y “El Niño’, exhumados del centro ceremonial con restos humanos más alto del mundo, a 6.730 metros de altura, en la cumbre del Volcán”.
Destaca que el centro ceremonial Llullaillaco es “uno de los más importantes del continente, cuenta con un cementerio comunitario a 4.900 metros de altura, con un camino que incluye edificios que van desde la base hasta la cima, constituyéndose en un centro de ofrendas único en el país”.
El antropólogo del INAI Fernando Pepe explicó que “desde la comunidad aborigen Tolar Grande se solicitó la declaración de Sitio Sagrado y la restitución de las chulpas sagradas al Llullaillaco. Nosotros acompañamos estos pedidos en el marco de la ley nacional de restituciones”.
“Su exhibición es una de las heridas abiertas que dejó el genocidio indígena”, expresó Pepe, quien no hizo referencia a los riesgos que podría correr un hallazgo de tal naturaleza en un circuito altamente conocido por los huaqueros.
El especialista en restituciones consideró que “hay también una marca del patriarcado al llamarlos “Los Niños del Llullaillaco’, cuando en realidad son una mujer adolescente, una niña y un niño. Se concentran nuevamente en un solo caso complejas relaciones de violencias simbólicas y materiales”.
“Podemos enumerar la violación de los espacios sagrados, la profanación de las tumbas, la exhibición morbosa de los cuerpos de miembros de un pueblo que sufrió el genocidio colonial y sus ancestros son ahora patrimonio del Estado y la negación de los derechos que amparan a las comunidades, si sumamos la invisibilización de género, lo que no es un dato menor, la cuestión a resolver se hace inaplazable”, remarcó.
Respeto y veneración
“El Niño”, de cabellos oscuros, fue hallado con sus rodillas encogidas y su cabeza reposando sobre ellas, por lo que sus rasgos no se perciben. Está cubierto con una tela en tonos rojos y su cuerpo rodeado de un delgado hilo blanco.
“La Niña del Rayo”, de 7 años y también cabellos oscuros, tiene su rostro en alto y está arrodillada, cubierta con una manta marrón, mientras que “La Doncella” está sentada con las piernas cruzadas. Viste un vestido marrón claro con guardas rojizas y un cinto grueso.
Cada uno de estos rasgos se pueden apreciar de una manera singular desde las cápsulas que contienen a Los Niños del Llullaillaco en el Museo de Alta Montaña. En ese lugar están dadas todas las condiciones no solo para su preservación y seguridad, sino también para la transmisión a perpetuidad de un legado cultural incomparable. En ese lugar se realizan ceremonias de las comunidades originarias que honran a sus antepasados con los ritos andinos. Es en ese mismo lugar donde la confluencia de culturas se manifiesta en el respeto y la veneración que despiertan los niños en miles de personas de todo el mundo que los visitan a diario.