El presidente Alberto Fernández aceptó el pase de Massa del Congreso al Poder Ejecutivo sin estar demasiado convencido, según señalan en la Casa Rosada.
Sergio Massa asume la coordinación de las áreas económicas jaqueado por varios frentes. Enfrenta los desafíos de tranquilizar a los mercados financiero y cambiario, recomponer reservas, desacelerar la inflación, llevar adelante un ordenamiento fiscal y atender las demandas sociales. Ante este cúmulo de problemas, el flamante “superministro” cuenta con algunas cartas a su favor, entre ellas sus contactos internacionales que le permitirían obtener créditos e inversiones del exterior, como así también las “buenas relaciones” que mantiene con las dirigencias política, empresarial y sindical, según comentan en su entorno.
El presidente Alberto Fernández aceptó el pase de Massa del Congreso al Poder Ejecutivo sin estar demasiado convencido, según señalan en la Casa Rosada. Es que el primer mandatario tenía una evaluación favorable de la saliente ministra Silvina Batakis, comentan.
Sin embargo, el eje de la política que llegó a enunciar Batakis – el control del gasto público – en los hechos no logró el respaldo de su propio gobierno.
En este sentido se inscriben decisiones como el bono de $11.000 para los beneficiarios (cerca de 1,3 millones) del plan Trabajar- con un costo de más de $14.000 millones-, la extensión de la moratoria previsional (que incluiría 120.000 nuevos beneficiarios), el pase a planta de empleados del sector público o el anticipo de gastos decidido por distintos ministerios (ante la perspectiva de recortes), de acuerdo con información que circula en el Palacio de Hacienda.
En cambio, en el entorno de Cristina de Kirchner se señala que la vicepresidenta avaló el cambio, preocupada, entre otros aspectos por la escalada del dólar y sus consecuencias sobre la inflación y el poder adquisitivo de la población.
Massa comienza su gestión con el pie derecho. La noticia de su ingreso al gabinete fue recibida por los mercados con una suba de dos dígitos en los títulos de la deuda pública y un derrumbe de los dólares alternativos que, de llegar a una paridad de $360, terminaron el viernes por debajo de los $290.
Más allá del entusiasmo, existe coincidencia entre los economistas en cuanto al carácter delicado de la situación. Baste sólo un par de datos al respecto: la inflación se proyecta entre 7,5% y 8% para el mes en curso y las reservas netas suman apenas 2.000 millones de dólares (equivalentes a unos 10 días de importaciones, según datos de Cohen).
La situación en este terreno sigue siendo muy complicada. El gobierno intentó alentar la liquidación del remanente de la cosecha de granos (se calculan entre 12.000 y 20.000 millones de dólares, según distintas estimaciones), pero tras el anuncio de un incentivo a los exportadores de soja (podrán comprar dólares “solidarios”) el BCRA no sólo no compró divisas, sino que perdió unos 370 millones de dólares en tres ruedas de operaciones.
Para recomponer el sector externo una de las claves es mantener el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y, desde este punto de vista, el nuevo ministro deberá lidiar con la expansión del gasto público que realizó durante su gestión Martín Guzmán.
Ajuste
Los últimos datos oficiales muestran que las erogaciones totales subieron 11,4% durante el primer semestre del año (descontada la inflación). Y, según sostiene la consultora pxq, esta expansión no estuvo explicada solo por la disparada de los subsidios a la energía en el marco de la guerra.
Con la excepción de los subsidios al transporte, todos los componentes del gasto público se expanden en términos reales. Particularmente, llama la atención que la obra pública en el primer semestre de 2022, un año en el que no hay elecciones, sea 16,6% mayor que en el mismo período de 2021, en los albores de la elección de medio término.
Frente a este panorama, la última revisión de los técnicos del FMI señala que se debe pasar de esta expansión del gasto público de casi 12% a una contracción de contracción de 8% en el segundo semestre, una tarea que sin dudas demandará toda la cintura política del flamante ministro.
Desde el Gobierno se señala que Massa podrá suavizar este ajuste a partir de la obtención de mayores créditos internacionales o una gestión más eficiente de los préstamos ya acordados. Al respecto, se estima que existen unos 3.000 millones de dólares en líneas que están siendo sub ejecutadas por distintas áreas de la administración pública.
Las buenas relaciones internacionales y los contactos empresarios también posibilitarían la atracción de inversiones internacionales. En el círculo íntimo de Massa se comenta que, mareados por la coyuntura, muchas veces nos olvidamos de los recursos con que cuenta el país – particularmente alimentos y energía – que son los que hoy más demanda el mundo.
Desde ya que para obtener inversiones se requiere de un marco macroeconómico ordenado. En este sentido, la primera medida importante que se conoció después de la designación de Massa fue la decisión del Banco Central de aumentar la tasa de interés de referencia en 800 puntos básicos a un 60% anual, una jugada que habría sido conversada por el titular de la entidad, Miguel Ángel Pesce y el nuevo ministro.
Se tiende así a revertir una situación de tasas fuertemente negativas que fuera motivo de críticas. Así, el economista Emanuel Álvarez Agis sostuvo que “la política monetaria parece empecinada en regalar los pesos con los cuales se hacen las corridas en los dólares paralelos… la política monetaria del BCRA es completamente expansiva, con tasas de interés en términos reales negativas en el orden del -35% / -40% anual”.
Massa adelantó que el próximo miércoles dará a conocer los lineamientos de su programa. Uno de los temas que más dudas genera es la política fiscal que llevará adelante el nuevo ministro. Especialistas en la materia señalan que el 85% del gasto del tesoro está conformado por gastos (seguridad social, transferencias, financiamiento del déficit de las empresas públicas, entre otros) que hasta ahora la política no ha querido tocar.