Se trata de Alan Agustín Ferrari, quien fue encontrado con las manos atadas, golpes en todo su cuerpo y múltiples disparos en el cráneo.
Un nuevo crimen vuelve a sacudir la ciudad de Rosario. Alan Agustín Ferrari, un joven de 19 años, fue maniatado y ejecutado a balazos en la noche de este viernes. Su cuerpo fue hallado al lado de un volquete de basura.
El hecho ocurrió en las inmediaciones de García Manzo y Matienzo, en lo que geográficamente se reconoce como Ludueña sur. Según afirmaron los testigos, a Ferrari lo bajaron de un auto Renault Sandero y lo ejecutaron con, al menos, cuatro disparos. Tras la ejecución, los ocupantes del vehículo huyeron rápidamente.
“No quiero hablar mucho. Escuchamos los tiros y el chasquido de las ruedas de un auto que salía arando. Cuando salimos estaba el pibe tirado. Tenía las manos atadas con precintos plásticos. Fue muy raro porque hasta las 18 se veía circular a los gendarmes. ¿La policía? Nada de nada. No pasan. No salen de la 12ª, que es todo un tema”, explicó un vecino al diario La Capital.
Los primeros en llegar fueron los agentes de la Gendarmería Nacional, quienes preservaron la escena hasta el arribo del personal de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), quien recogió del suelo nueve vainas servidas 9 milímetros y un precinto plástico.
Revisado el cuerpo por el médico policial en el lugar constató “que presentaba heridas y lesiones, golpes en su cuerpo, y múltiples heridas de arma de fuego en el cráneo”, según se informó desde el área de prensa de la Fiscalía Regional 2ª. Otros investigadores reconocieron que antes de ser ejecutado Ferrari fue torturado “un rato largo”. El cuerpo fue derivado como estaba, vestido por completo, al Instituto Médico Legal (IML) para que le fuera realizada la autopsia de rigor.
Según pudo averiguar La Capital a partir del diálogo con vecinos e investigadores Ferrari era familiar o allegado a Mauro Gerez, un CEO narco quien en junio fue imputado por integrar una asociación ilícita manejada desde la cárcel de Piñero por Andy Fabián Benítez y Julián Aguirre, que además de vender drogas se dedicaba a extorsionar a vecinos y comerciantes del barrio Ludueña.
La investigación del crimen también quedó a cargo del fiscal Ademar Bianchini quien dispuso el levantamiento de rastros en la zona y el relevamiento de las cámaras de vigilancia.