Sergio Massa empieza a sentir el peso de la gestión y los límites de un gobierno tricéfalo. Pero una encuesta le indica que hay margen para seguir adelante.
Quienes charlaron con Sergio Massa en los últimos días, lo notaron muy cansado, acelerado y con la mirada perdida. Les manda chats a sus funcionarios a las 4 de la mañana, como en las épocas en que armaba para ser candidato a presidente. Algunos dicen que volvió el mejor Massa; otros sienten que ya se le ve el peso de la responsabilidad en los hombros y que si no se ordena un poco, puede ir derecho al fracaso; las mejores decisiones se toman descansado. Un ejemplo: en la madrugada del viernes para el sábado, seguía en reuniones en el Ministerio de Economía.
Esta semana se encendieron las primeras alertas en la gestión de Massa. Al asumir, planteó una hoja de ruta para los siguientes 10 días. El plazo pasó, pero los puntos centrales todavía no los pudo cerrar.
Tuvo que patear el anuncio de la segmentación de tarifas. Todavía no se sabe cómo, cuánto ni desde cuándo. Ya hace 3 años que el Gobierno patea el tema.
No pudo cerrar el tope de gastos de los ministerios para hacer efectivo el recorte del déficit. Hubo reuniones, pero no anuncios. Ni siquiera pudo dar el gesto que había planificado cuando asumió de unificar ministerios y reducir estructuras burocráticas.
No logró hacer una mesa entre sectores del trabajo y la producción. Dicen que recién podría haber novedades la semana del 22, cuando pase la marcha de la CGT. Sin embargo, los tiempos se dilatan.
No pudo (¿o no quiso?) armar una foto con la Mesa de Enlace del campo ni anunciar medidas para que el agro liquide dólares. Al asumir había dicho que se reuniría esa misma semana, pero recién este viernes se concretó. Fue apenas un encuentro de trabajo, sin foto ni anuncios. Quedaron en volver a hablar en diez días y los líderes de las entidades le dijeron que el “dólar soja” que ideó el Banco Central no va a prosperar.
Un tema no menor. No pudo nombra a su viceministro de Economía. Es un puesto clave porque es el que tiene que manejar los números gruesos de la planificación económica. “Es abogado, no sabe, no puede. Es como si yo fuera neurocirujano”, dice un importante hombre de negocios que lo vio en la última semana.
Estas dificultades de Massa empiezan a trazar un panorama complicado que en el massismo intentan minimizar. En parte por entender el mapa político. Y en parte por la propia “Kryptonita” de Massa.