A bordo de su carisma encantador y una batería de hits, la cantante dio la primera de sus dos funciones en el Campo Argentino de Polo. Repite este miércoles 14.
Un griterío incesante como eco a cada palabra, cada frase que salía de la codiciada boca de Dua Lipa viajó con el viento de la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires. Así se fue transformando y multiplicando la histeria que generó en esta parte del mundo la cara más bonita del pop global. Y ella, seductora como siempre, como nunca, alimentó la tensión dándole a su multitud todo aquello que vino a buscar: miradas, meneos, besitos, caricias, dedicatorias, promesas, saludos en español.
Fans eufóricos que acamparon por semanas para ganar el vallado, otros con carteles que le proponían a la diva tomarse un fernecito, familias con los más chicos a cocochito, los más rezagados en el campo trasero tratando de ver algo del rumor que llegaba desde el escenario, vecinos de los balcones de la calle Ortega y Gasset que montaron improvisados VIPs para conectar con la fiesta que sucedía allá abajo: todos querían ver ALGO de su belleza exótica, lo que sea.
A diferencia de Beyoncé, Dua Lipa todavía no se cansó de ser sexy. Así, sobre el escenario y la pasarela del Campo Argentino de Polo puso a desfilar sus encantos como la modelo que también es. Y compartió su indestructible aura de bitchie hegemónica con esas efectivas bombas con las que viene sacudiendo hombros en todo el mundo. “Let’s get physical”, pidió de movida y en el primer estribillo de la noche, por si quedaba alguna duda.
Desde el minuto cero también plantó su concepto, esta future nostalgia como brújula y educación sentimental: un pie en el pasado -con todos esos detalles rítmicos y melódicos que recuerdan a viejos éxitos-, otro en el futuro hacia el que se proyecta, y un presente a puro disfrute en el que no cabe otra posibilidad que bailar este blend de hits. Disco, baby, disco, sugiere con su dance-pop de dobleces retro.
La labor de la banda que la acompañó -un trío de varones a cargo de guitarra, bajo/teclado, batería, más una tecladista y cuatro coristas- fue testimonial, casi accesoria: la diva británica confió más en las pistas musicales y vocales, así como en el coro de su gente. No se molesta en disimular que no canta en vivo todo el tiempo y eso tampoco parece molestarle a nadie aquí. Su cuerpo de bailarines la sostuvo en subrayar lo sensual del asunto, pero hasta ahí. La puesta es austera y descansa mucho en la belleza total de Dua, que se amplifica en las pantallas como si no hiciera falta más. ¿O hace falta más?
Un “¡Qué empiece la fiestaaaa!” en castellano para arengar (antes de “New Rules”); un twerkeo al pie del micrófono (“Pretty Please”); la dedicatoria pícara de “Good in Bed” a un afortunado fan, en la que se arrodilló, se acarició, amagó con tocarse y terminó en el piso para cantarle el estribillo a los ojos, mientras balanceaba las piernas contra su cola. En esos gestos, ella representa lo que (casi) todos los testigos de la noche quieren pero no pueden.
Algo típico en esta clase de shows son los cambios de vestuario que acompañan la estética de cada uno de los momentos establecidos en el guion. Dua salió a escena luciendo un catsuit de encaje y con guantes, todo color esmeralda, como si a la Sirenita se le hubiera expendido por el cuerpo el pigmento de su cola. Eso después se transformó en un body brilloso y cola less con el que liberó sus piernas, justo a tiempo para las canciones más lentas y melosas. Para el momento EDM de la noche, con el que convirtió el fresco en un clima full veranito con citas a Calvin Harris, Modjo y Daft Punk, vistió un traje de baño rosado, de una pieza y con transparencias.
En este bloque llegó uno de los temas más esperados de la noche, sobre todo por el público más familiar y menos fiel: “Cold Heart”, ese mashup ensamblado con tres clásicos de Elton John (“Sacrifice”, “Rocketman”, “Where’s The Shoorah?”) y las voces de ellos dos. Mientras la imagen de Elton seguía todo desde las pantallas, Dua desplegó un trapo argentino y uno de sus bailarines flameó la bandera arcoiris del orgullo.
El último cambio de ropa trajo el final del show. Así, un ajustado traje dorado salido del set de Halcones Galácticos combinó bien los lásers que iluminaron el cielo en la alegórica “Future Nostalgia”. Para “Levitating” aparecieron entre el público varias pelotas gigantes con formas de luna llena, a tono con ese pegadizo verso que dice: “You, moonlight, you’re my starlight / I need you all night, come on, dance with me”.
Después de un “te quiero muuuchoooo” seguido de la promesa de volver a vernos mañana, Dua se despidió con “Don’t Start Now”. En los últimos segundos de la coreo, se tiró unos pasos de tango como dando a entender que sabe dónde está parada. Y guiñó el ojo derecho en el momento exacto en que se detonaron dos bombas de papel picado que dispararon confeti arcoiris, como última muestra de cariño especial a su público LGBT+.
Fuente: Infobae