Israel bombardeó el domingo el enclave de Gaza, matando a cientos de palestinos en represalia por uno de los ataques más sangrientos de su historia, cuando el grupo islamista Hamás mató a 700 israelíes y secuestró a decenas más.
En un indicio de que el conflicto podría extenderse más allá de Gaza, Israel y la milicia libanesa Hezbolá, respaldada por Irán, intercambiaron disparos de artillería y cohetes, mientras que en Alejandría dos turistas israelíes murieron tras ser alcanzados por disparos junto con su guía egipcio.
Durante la noche, la aviación israelí atacó bloques de viviendas, túneles, una mezquita y casas de funcionarios de Hamás en Gaza, matando a cientos de personas, entre ellas 20 niños, mientras el primer ministro Benjamin Netanyahu prometía “una venganza poderosa por este día perverso”.
Los pedidos de moderación llegaron de todo el mundo, aunque los países occidentales apoyaron en gran medida a Israel, mientras que Irán, Hezbolá y manifestantes de varios países de Medio Oriente alababan a Hamás.
En el sur de Israel, hombres armados de Hamás seguían luchando contra las fuerzas de seguridad locales 24 horas después de que un asalto sorpresa y múltiple durante un bombardeo de cohetes rompiera las barreras de seguridad y entrara en las bases del Ejército para enviar a cientos de militantes a las ciudades cercanas.
El Ejército israelí, cuestionado por no haber impedido el ataque, declaró que había recuperado el control de la mayoría de los puntos de infiltración, matado a cientos de atacantes y tomado prisioneros a docenas más, pero que seguía combatiendo en algunos lugares.
Afirmó que había desplegado decenas de miles de soldados en los alrededores de Gaza, una estrecha franja en la que viven 2,3 millones de palestinos, y que planeaba evacuar a todos los israelíes que vivieran alrededor de la frontera del territorio.
“Vamos a atacar duramente a Hamás y esto va a ser un largo recorrido“, afirmó un portavoz militar en una reunión informativa con periodistas.
En Gaza, Abdel-Latif al-Qanoua, portavoz de Hamás, declaró que el ataque del sábado había sido “en defensa de nuestro pueblo”, y añadió que los combatientes del grupo seguían lanzando cohetes y realizando operaciones tras las líneas.
El ataque supuso la mayor y más mortífera incursión en Israel desde que Egipto y Siria lanzaran un repentino asalto en un intento de recuperar territorio perdido en la guerra del Yom Kippur hace 50 años.
“Esta es mi quinta guerra. La guerra debe terminar. No quiero seguir sintiendo esto”, expresó Qassab al-Attar, un palestino discapacitado de Gaza cuyos hermanos lo llevaron a un refugio cuando las fuerzas israelíes bombardearon su casa.
El conflicto podría socavar las medidas respaldadas por Estados Unidos para normalizar las relaciones entre Israel y Arabia Saudita, un reajuste de la seguridad que podría amenazar las esperanzas palestinas de autodeterminación y doblegar al principal apoyo de Hamás, Irán.
Hezbolá, el otro gran aliado regional de Teherán, libró una guerra contra Israel en 2006 y, desde entonces, las tensiones han recrudecido con regularidad. “Recomendamos a Hezbolá que no intervenga y no creo que lo haga”, declaró el portavoz del Ejército israelí.