El vasto paisaje oculto de colinas con picos afilados y valles esculpidos por antiguos ríos que permaneció “congelado” durante 34 millones de años emergió a la vista de científicos que se dedican a estudiar los misterios del continente blanco.
Fue como mirar por la ventanilla de un vuelo de larga distancia, a partir de la combinación de imágenes de satélite existentes de la superficie con los datos de sondeos radioelésuperficie de la Tierra, y que aparezca la silueta de una región montañosa, comparable con la zona de Snowdonia, en el norte de Gales.
La principal forma de “ver” abajo es que un avión envíe ondas de radio al hielo y analice los ecos, una técnica llamada radiosondeo.
Pero atravesar un continente como la Antártida, que es más grande que Europa, supondría un enorme desafío.
Satélites
Los investigadores utilizaron las imágenes de satélite existentes de la superficie para “trazar los valles y las crestas” a más de dos kilómetros de profundidad.
La superficie ondulada del hielo es una “imagen fantasma” que se extiende suavemente sobre estos rasgos más puntiagudos.
El glaciólogo de la Universidad británica de Durham y autor principal del estudio, Stewart Jamieson, lo había revelado como enigma el año pasado en declaraciones a AFP: “Es un paisaje por descubrir: nadie ha puesto los ojos en él”.
“Lo emocionante es que ha estado escondido a plena vista”, añadió, subrayando que los investigadores no habían utilizado nuevos datos, sino un nuevo enfoque.
El terreno bajo la capa de hielo de la Antártida Oriental es menos conocido para la ciencia que la superficie de Marte, explicó Jamieson.
La zona, de 32.000 kilómetros cuadrados, albergaba árboles, bosques y probablemente animales. Pero entonces llegó el hielo y quedó “congelada en el tiempo”, agregó.
Se estima que hace unos 14 millones de años que no llega la energía solar. Por una corazonada, Jamieson cree que la última exposición fue hace más de 34 millones de años, cuando la Antártida se congeló por primera vez.
Debajo de la densa capa de hielo, un antiguo sistema fluvial que había permanecido oculto durante ese lapso, terminó siendo descubierto.
Se ubica en las cuencas Aurora-Schmidt, a una profundidad de 300 kilómetros, donde el manto de hielo se encuentra con el mar.
Estas cuencas están divididas en tres secciones excavadas por antiguos ríos y separadas por profundos canales que tienen aproximadamente 40 kilómetros de ancho cada uno.
Los científicos sugieren que este sistema fluvial se formó antes de que la glaciación afectara a la Antártida, cuando ríos fluían a través de la región hacia una costa que emergió durante la separación del supercontinente Gondwana.
El pasado subyacente de Antártida Oriental
En esta nueva investigación, Jamieson y su equipo se propusieron obtener detalles del pasado de la Antártida Oriental.
Como los propios investigadores explican en su artículo, “a medida que las capas de hielo experimentan fluctuaciones, modifican el paisaje subyacente, dejando una especie de huella digital“.
Los autores del estudio advierten que una consecuencia del calentamiento global podría ser la destrucción de estos lugares recién encontrados.
Ya habían descubierto un lago del tamaño de una ciudad bajo el hielo antártico, lo que los lleva a pensar que aún quedas ocultas zonas cubiertas por el hielo.
“Ahora estamos en vías de desarrollar condiciones atmosféricas similares a las que prevalecieron” hace entre 14 y 34 millones de años, cuando hacía entre tres y siete grados centígrados más que en la actualidad, escribieron en la revista Nature Communications.
Jamieson subraya que el paisaje se encuentra a cientos de kilómetros tierra adentro del borde del hielo, por lo que cualquier posible exposición quedaría “muy lejos”.
Añadió que el hecho de que el retroceso del hielo durante calentamientos pasados –como el del Plioceno, hace entre 3 y 4,5 millones de años– no dejara al descubierto el paisaje era motivo de esperanza.
Antártida Occidental
Los científicos advirtieron de que es probable que el deshielo de la vecina capa de hielo de la Antártida Occidental se acelere sustancialmente en las próximas décadas, incluso si el mundo cumple sus ambiciones de limitar el calentamiento global.
Tiene aproximadamente el tamaño de Estados Unidos y México combinados, y contiene el 90% del hielo que hay en la Tierra; si se derritiera, aumentaría los niveles del mar hasta 61 metros.
Y, sin embargo, no tiene población permanente y en los meses de verano solo llegan a vivir ahí alrededor de cuatro mil personas.
Por eso, no sorprende que la Antártida sea un continente lleno de rarezas que esperan a ser descubiertas por completo.
Los misterios guardados en el freezer:
1. Microbios que comen rocas
“La vida se abre camino”, dice Jeff Goldblum en la primera cinta de Jurassic Park. Y tiene razón, cuando pensamos en el tipo de microbio que fue descubierto en 2011, sobre el Monte Erebus, el volcán activo más austral que existe. A falta de más recursos, este organismo sobrevive gracias a una “dieta” de rocas y metales, cuenta el sitio web Grunge; hierro y magnaneso son algunas de las sustancias que consumen.
A este tipo de microbios, con tal alimentación, se les llama quimiolitótrofos. Desde su descubrimiento se ha investigado cómo surgieron y qué tanto se relaciona su supervivencia con las primeras formas de vida en la Tierra, explica la Institución Scripps de Oceanografía.
2. Insectos aterradores
Si nos pusiéramos a imaginar las curiosas especies animales que podrían vivir en la Antártida sin que lo sepamos, saldrían muchísimas películas de terror. Si no nos crees, échale un ojo a las arañas de mar gigantes que habitan en las heladas aguas de este continente. Pueden medir de 30 a 35 centímetros en diámetro, mientras las arañas de mar de Europa o Norteamérica alcanzan hasta tres milímetros, haciendo que necesites una lupa para verlas, según CBC News.
Estas arañas son un ejemplo de un fenómeno llamado gigantismo polar, que se de tanto en la Antártida como en el Ártico; en ambientes extremadamente fríos algunas especies se vuelven mucho más grandes que sus contrapartes en climas cálidos. Existen varias teorías para explicar este fenómeno, una de ellas sugiere que los animales pueden crecer más porque la temperaturas congelantes alentan su metabolismo al punto en que apenas necesitan oxígeno.
3. Continentes perdidos
Al ser tan remota y cubierta en hielo, la Antártida ha sido un misterio para la geología en lo que se refiere a su relación con los otros continentes, explica el sitio web Live Science. Pero un mapa dado a conocer en 2018 revela los restos de antiguos continentes ocultos bajo el territorio helado.
Se trata de un mapa de gravedad hecho por la Agencia Espacial Europea, a partir de datos obtenidos entre 2009 y 2013 por el satélite GOCE (Gravity Field and Steady-State Ocean Circulation Explorer).
El material muestra que el este de la Antártida está hecho de varias masas continentales o, en otras palabras, los núcleos de otros continentes; de hecho, esta región es mucho más gruesa que el oeste de la Antártida. Una de estas masas continentales encaja con otro territorio presente en el sur de Australia.
Este descubrimiento es un paso más para entender cómo la Antártida alguna vez formó parte del supercontinente Gondwana, uno de los dos fragmentos de Pangea.
4. Alguna vez hubo selva
Parece difícil imaginar que alguna vez la Antártida tuvo una selva tropical en su territorio. Pero eso indica un núcleo de sedimentos extraídos del fondo marino al oeste del continente, obtenidos en 2017: que hace 90 millones de años había jungla, parecida a las que hoy pueden encontrarse en Nueva Zelanda.
El análisis de los sedimentos ha revelado suelos forestales, polen, esporas y raíces, revela el diario inglés The Independent. Esta evidencia indica que la Antártida tuvo un clima “excepcionalmente cálido” durante el periodo Cretácico medio, cuando los dinosaurios poblaban el planeta. Este periodo geológico fue el más caluroso de los últimos 140 millones de años, y se cree que los océanos estaban 170 metros por encima del nivel actual.
5. Lagos de lava
Parece que con la tecnología prácticamente no hay ningún rincón en la Tierra inexplorado por el hombre, aunque una isla antártica desafía esta creencia.
Nos referimos a la isla Saunders (que forma parte de las Sandwich del Sur), donde se encuentra el volcán activo Monte Miguel, cuyo cráter casi siempre es inaccesible a las imágenes vía satélite y aéreas, debido a las permanentes capas de nubes sobre él. Desde los años noventa, científicos habían sospechado que el cráter contenía un lago de lava permanente, pero no fue sino hasta 2019 que esto se comprobó. Puedes observarlo en la imagen satelital mostrada más abajo, donde la nieve está representada en rojo.
Con el cráter del volcán Monte Miguel, existen solo siete lagos de lava en el mundo, de acuerdo con el Observatorio de la Tierra de la Nasa. Uno de ellos está en el Monte Erebus (sí, el mismo de los microbios que comen piedras).
6. Las Cataratas de Sangre
Sin duda, resulta extraordinario ver este flujo de color rojo en medio del paisaje helado del glaciar Taylor, al este de la Antártida . Aunque esa tonalidad es apenas el inicio de las rarezas para este sitio.
A principios del siglo pasado se creía que la extraña cascada tenía esa tonalidad por la existencia de algas. Ahora se sabe que la catarata debe su color a una fisura en el glaciar, a través de la cual fluye un lago rico en salinidad y hierro, lo que le da el color. Por tanta salinidad es posible que el agua fluya desde debajo del glaciar y no se trate de un derretimiento.
Pero lo más extraño son las condiciones en que persiste aquel lago: es un cuerpo de agua que quedó “sellado” bajo el glaciar hace unos dos millones de años, y contiene una antigua comunidad de microbios que sobreviven sin oxígeno, luz natural o calor suficiente, en una especie de cápsula de tiempo natural, detalla el sitio web Atlas Obscura.
7. Abismos que desaparecen
Para cuando termina el invierno, los mares que rodean la Antártida están cubiertos por alrededor de 18 millones de kilómetros cuadrados de hielo (un área similar al tamaño de Estados Unidos continental). Sin embargo, asegura el Observatorio de la Tierra de la Nasa, en estas extensiones de hielo pueden formarse enormes fisuras o agujeros, en algunos casos tan grandes como un estado o un pequeño país.
Los científicos han investigado este fenómeno por décadas: cómo se forman estos agujeros, cómo crecen y por qué permanecen ahí durante el invierno.
Estos abismos pueden formarse cada año en el mismo lugar, aunque de diferente tamaño. Tal vez no parece muy impresionante cuando lees su definición, pero, ¿te imaginas un pozo que es tan grande como un país como Irlanda, y aun así luce insignificante en medio de un paisaje helado? Mira la foto de abajo, representando la idea que acabamos de describirte, y dinos si no suena un poquito inquietante.